El cierre de Frutas Derecho, conocido este viernes, es un nuevo golpe para el castigado tejido empresarial cacereño, tanto por los más de 40 trabajadores que se quedan en la calle como por lo que tiene de simbólico el cese de actividad de una ... firma tan arraigada y conocida por los consumidores de la provincia, especialmente en la zona de Plasencia, donde tenía su sede central, pero también en la capital, donde contaba con un almacén muy activo.
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Cuando, por el motivo que sea, baja la persiana una empresa familiar de la popularidad Frutas Derecho, que iba ya por la tercera generación, no afecta solo a sus propietarios, empleados, clientes y proveedores, que sería mucho, sino a toda la comunidad donde radica, porque se acentúa la sensación de pesimismo y se enfrían los sueños de prosperidad con los que hace ya demasiadas décadas que se viene ilusionando a la provincia de Cáceres, sin que hasta la fecha haya dejado de ocupar su posición a la cola de casi todos los parámetros económicos. El discurso del paraíso natural y la vida tranquila y relajada con el que algunos tratan de amansar las ansias de progreso de esta tierra puede funcionar con los que tienen buenos trabajos o con los turistas que vienen en Semana Santa, se hacen unas cuantas fotos y regresan encantados de la vida a sus regiones desarrolladas, pero no debería servir para apaciguar al 16 por ciento de parados –una barbaridad en estos tiempos de cierta bonanza– o a las decenas de miles de cacereños que sobreviven con sueldos precarios y dependen de las redes familiares, o incluso de las ayudas públicas, para llegar a fin de mes.
La provincia de Cáceres necesita que los proyectos industriales que están sobre la mesa dejen de una vez de ser eso, proyectos, para convertirse en realidades. Después de tantas promesas frustradas y anuncios grandilocuentes de los que nunca más se supo, parece que por fin iniciativas importantes con base sólida, como la fábrica de diamantes artificiales de Trujillo y, sobre todo, la gigafactoría de Navalmoral de la Mata, se acabarán poniendo en marcha y contribuirán de manera notable al desarrollo de sus respectivas áreas de influencia. No incluyo en el paquete los proyectos mineros de litio de Cáceres y Cañaveral porque una parte no desdeñable de la ciudadanía los rechaza por su impacto medioambiental, sobre todo al primero, y eso impide considerarlos como objetivamente positivos por mucho empleo y actividad económica que prometan crear. Sí me gustaría poder meter en el grupo de las industrias probables a corto plazo el ecopóligono CC Green de Cáceres, con su gran centro de procesamiento de datos, pero aunque es una apuesta en la buena dirección aún falta mucho para verla en pie, si es que llega a materializarse.
Eso sí, mientras todo esto se hace realidad nos conviene cuidar la salud de las empresas cacereñas que ya existen, tanto de las que, a pesar de todo, siguen naciendo de la mano de emprendedores, a los que casi habría que llamar a veces aventureros, como de las que llevan tiempo generando empleo y riqueza en la medida de sus posibilidades y que a menudo sobreviven en el alambre.
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