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Esta vez dicen que será en 2030 y qué vamos a hacer, pues nos lo tendremos que creer. Lo que pasa es que los cacereños ... están (estamos) más que escarmentados con todo tipo de promesas incumplidas, entre ellas la del famoso aeródromo, y se nos hace cuesta arriba fingir que nos ilusionamos con estas cosas. Recapitulemos.
Dejando a un lado el campo de aviación del ferial que funcionó durante la primera mitad del siglo XX, con pista de tierra y uso esencialmente militar, la primera vez que se anunció un aeródromo moderno en Cáceres para vuelos comerciales fue en 1976. Como nos recordóSergio Lorenzo en su añorada 'Moto de papel', la empresa Aircom S.L, elaboró el proyecto por encargo de la Diputación, que no tardó en hacer lo primero que se hace siempre en estos casos: presentárselo a la prensa. La previsión era construirlo a unos 15 kilómetros de la ciudad en dirección a Mérida y tenerlo listo en 1990. No se hizo nada, claro, y el proyecto se desvaneció.
Saltamos a enero de 2008, en plena cumbre de la borrachera inmobiliaria previa a la catástrofe que estallaría pocos meses después. Como el resto de las economías occidentales, en Extremadura nos creíamos ricos e invencibles, un ambiente propicio para que el gobierno regional, de la mano de la entonces boyante Caja de Extremadura, anunciara en un arrebato megalómano nada menos que un aeropuerto internacional también cerquita de Cáceres, por la zona de Aldea del Cano, que a partir de 2020 movería a más un millón de pasajeros cada año (400.000 de ellos extranjeros). El coste, 150 millones del ala que por supuesto se amortizarían con rapidez, porque qué aerolínea europea no iba a querer poner una ruta a la dehesa extremeña. Esta vez fue una crisis económica salvaje la que se llevó por delante no solo el aeropuerto internacional de Cáceres, sino las propias cajas de ahorro y muchos delirios de grandeza.
Casi una década requirió lamerse las heridas y ponerse de nuevo en pie. Allá por 2014 regresó la ilusión por volar desde y hasta Cáceres, pero esta vez con la lección aprendida y sueños más modestos. Ya no era un aeropuerto sino un aeródromo lo que se iba a poner, y además de uso restringido, es decir, sin autorización para operar vuelos comerciales, tan solo privados. La Junta de José Antonio Monago le compró a la Fundación Valhondo por 444.224 euros unos terrenos en las inmediaciones del hotel Los Arenales, junto a la carretera de Malpartida, y se puso manos a la obra. Aunque con muchos retrasos sobre el calendario previsto, todo parecía más o menos encarrilado hasta que en 2022 una declaración ambiental negativa por parte del Ministerio para la Transición Ecológica dio al traste también con ese proyecto. Se hicieron muchas bromas con el galápago leproso y el sapo corredor, dos de las especies que amenazaba la construcción del aeródromo, pero lo cierto es que estaba pegado a una zona de protección de aves de gran riqueza y el ministerio dijo que existía riesgo de que colisionaran con los aviones, un peligro muy serio que ha causado no pocos accidentes aéreos.
Y así llegamos al momento actual. Tras una larga búsqueda en la que se han descartado más de una decena de emplazamientos alternativos, la Junta de Extremadura y el Ayuntamiento de Cáceres han anunciado esta semana que el sitio elegido es un terreno de 50 hectáreas situado unos cuatro kilómetros al oeste de Las Capellanías, un poco más al norte de donde se proyectaba el anterior. Será, según dicen, un aeródromo humilde, más aún que el previsto en Los Arenales, con una pista principal de apenas 800 metros que se usará para aviación privada y deportiva, servicios de emergencias, etcétera. Unos 2.000 vuelos que moverán a unas 7.000 personas al año, se calcula. Tanto el consejero de Infraestructuras como el alcalde usaron el viernes el adjetivo «realista» para definirlo. Es de agradecer que no nos prometan la luna, como han hecho tantos, porque cuando se apunta bajo es más fácil acertar y porque puede que así, en este cuarto intento, Cáceres deje por fin de ser una de las tres o cuatro provincias españolas que siguen incomunicadas por mar (ahí hay poco que hacer), tren de alta velocidad (suspiro) y aire.
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