Comentaba el genial Carlos Herrera, una de estas mañanas, la posibilidad de que a Margarita Robles le hubieran inoculado el virus de Cantinflas, algo que podría justificar sus últimas comparecencias públicas en el rifirrafe organizado con los supuestos espionajes por este gobierno, decidido a avergonzarnos ... un día sí y otro también. No lo creo maestro, considero más lógico que «ma petite Marguerite» haya sido contagiada directamente por su compañera la ferrolana Yolanda Díaz que en confusión mental, verbal y conceptual parece haber sido la discípula predilecta de Antonio Ozores, pero sin actuar. Y es que, Margarita el pañuelo sacó, no sabe aún que por muchos arrumacos que le haga al felón que nos preside, está muerta; ella cree que aún es ministra y que podrá seguir jugando al juego de la silla entre poderes –ejecutivo y judicial, vuelta y vuelta– pero no. Esta vez el capitán Khan no ha sido un engaño urdido por el ectoplasma zombi de Paesa, sino por su compañero y sin embargo enemigo Félix Bolaños el nuevo Fouché de Moncloa, de la acreditada ganadería de Pedro Sánchez y criado en los entresijos del mayoral Iván Redondo. Y es que, Margarita se llama mi amor, se enamoró de la milicia, descubriendo sus valores como años antes el PSOE lo hizo con la Guardia Civil, pero se empachó y tras salir al ruedo desafiante y embistiendo por derecho se enredó en el engaño y acabó poniendo ojitos al matador Pedrosánchez, abandonando a su suerte a la, hasta ayer mismo, compañera del alma Paz Esteban, para colocar en su lugar a su otra, Esperanza Casteleiro, afirmando solemnemente aquello de «nada va a cambiar, pero cambiará mucho». Pura continuidad. ¡Ozores vive! ¡Y Cantinflas también!
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Margarita, una chica, chica, chica, boom del calibre 183, quiso vestir el caqui, pero, como pasa tantas veces, se quedó en la brillante farfolla militar sin atisbar siquiera las virtudes castrenses profundas entre las que la lealtad es principal. Y el caso es que consiguió ser considerada como un islote en el despiporre del gobierno, como alguien valioso y distinto, incluso como la representante de las virtudes del viejo socialismo muerto a manos del tramposo nacional-populismo sanchi-podemita. Pero no, pronto la ministra volvió al trigo y a maniobrar como antaño, cuando, siendo secretaria de Estado de Interior el inexistente capitán Khan le entregó en el aeropuerto de Bangkok, al fugitivo Roldán, según se dice a cambio de un más que sustancioso puñado de euros, entre falsos policías y falsos sellos en falsos documentos, aceptados por nuestro inefable Margarita como el maná en el desierto.
Margarita el pañuelo sacó cuando el tren hizo pii chacachá; pero esta vez nadie le respondió desde la ventanilla porque el tren que se marchaba era el suyo y el maquinista urgía al fogonero a echar más y más carbón. Y así quedó, como Penélope, con su bolsito de piel marrón, sentada en el andén, esperando que el galán monclovita volviera a por ella. No llores Margarita, que está linda la mar. Te lo juro por Oriol Junqueras. O por Meritxell.
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