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La dimisión de un edil del PP después de que la Policía le pillara con una copa de más ha servido al alcalde para lanzar otro aviso a navegantes: No se casa con nadieMañana se hace oficial la dimisión de Francisco Javier Pizarro como concejal del PP tras dar positivo en un test de alcoholemia el pasado fin de semana.
Él solo ha hablado mediante un comunicado a los pacenses y una carta a los concejales ... para decir que dejaba el Ayuntamiento. Está por ver si el PP le repesca en el futuro para otra responsabilidad o si, por el contrario, su carrera en política ha terminado. De momento, lo único que ha quedado claro es que un positivo por alcoholemia que no se considera delito puede hacerle a uno perder el cargo. En un trabajo normal, sin exposición pública, no habría pasado de un chascarrillo entre compañeros.
Quizás la dimisión puede parecer exagerada. Pero el peligro que comporta el alcohol en un conductor y la ejemplaridad que se pide a los representantes ha terminado costándole el sueldo. En el PP insisten en que ha sido él quien se ha ido sin esperar a que el alcalde le cesara, pero Ignacio Gragera podría haber parado el golpe.
La comparación con el caso Astorga, hace ya nueve años, es inevitable. En aquella ocasión, Francisco Fragoso le mantuvo durante nueve meses hasta las elecciones. La famosa moto mal aparcada, más el 'usted no sabe quién soy yo' a la Policía de aquella noche y las mentiras a los medios de comunicación en días posteriores se convirtieron en una gota malaya para el entonces alcalde. Hubo críticas en los medios, reproches en los plenos y letras en los carnavales. Alargar la agonía de aquel concejal fue un error y en el PP municipal tomaron nota de ello.
Cuando un político comete una equivocación, lo mejor es que su partido le deje marchar o le señale la puerta de salida. Sobre todo, si su jefe inmediato no es el candidato que confió en él para acompañarle en las elecciones. Gragera no tiene ataduras con ninguno de los ediles del PP, que ha heredado de Fragoso, y hace bien no dejándose manchar por ellos.
Hasta las elecciones del 28 de mayo, Gragera no puede arriesgarse a tener ninguna polémica ni motivo en contra. Bastante tiene con haberse convertido en un alcalde tránsfuga. Pasarse de un partido a otro a cinco meses de las elecciones debe ser, para él, un pecadillo venial.
Con los demás, en cambio, exhibe mano de hierro. Es la tercera vez que el alcalde dice adiós a alguien de su entorno en el año y medio que lleva al frente del Ayuntamiento. Primero le tocó a la edil del PP María José Solana por los follones de la Policía Local este verano y que pusieron en pie de guerra al resto de funcionarios municipales. La cesó directamente a costa de una crisis con el PP cuando aún estaba en Cs. Este otoño despidió a su jefe de prensa a por criticar a diestro y siniestro con un perfil falso en las redes sociales, lo que le dejaba a él en mal lugar. Y ahora deja marchar a un concejal que ha perdido puntos en su carné por un test de alcoholemia positivo que, no obstante, no ha comportado delito.
Con esta dimisión, Gragera lanza un nuevo aviso a navegantes: no se casa con nadie.
Después, ante los micros, el alcalde es más comprensivo. Al edil bebido le ha valorado la honestidad al igual que calificó de gran persona a su jefe de prensa. Quizás si les hubiera prestado apoyo interno, los dos seguirían en sus puestos. De cara a la galería, les presta reconocimiento. De puertas para dentro, se muestra inflexible.
Estaba obligado a ello si, como en el caso del concejal con una copa de más, la Policía Local está en medio. Los agentes tendrán el boletín de denuncia por el test de alcoholemia. Quizás si Pizarro no hubiera informado directamente al alcalde y a los ciudadanos, el papel podría haber terminado en el despacho de Gragera. O en los periódicos. Existía, por tanto, la posibilidad de que ese documento terminara convertido en una herramienta de presión en medio de las reivindicaciones de los agentes.
El sindicato de Policía Local vuelve a la carga. Mañana estará en el mismo pleno de dimisión de Pizarro para reclamar las mejoras que quedaron en papel mojado este verano. Las quejas de Aspolobba duran más que los concejales, que en el caso de Pizarro solo se ha mantenido en el cargo durante cuatro meses.
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