Decía el poeta uruguayo Mario Benedetti: Los odiantes se roen a sí mismos y mueren de metástasis de odio». Nunca en la historia de la ... democracia hemos tenido una sociedad tan polarizada. Nunca en la historia de la democracia los odiantes lo fueron tanto y de una manera tan impune. Nunca alardearon tanto de serlo. Hace unos días la sede del PSOE de Badajoz sufrió un ataque sin precedentes en nuestra ciudad y amaneció con lo que parecen unos disparos a una de las ventanas fruto de ese odio que se ha instalado en una parte de la sociedad espoleada por los discursos y las agendas políticas de la derecha y la ultraderecha, ya prácticamente indistinguibles. Nostálgicos del garrote vil que permanecían ocultos por vergüenza, ahora se sienten legitimados y vierten su bilis corrosiva en ese ecosistema mediático experto en manipulación y deshumanización que se extiende cada día más. Ahora se suben a las tarimas públicas para lanzar sus arengas populistas y simplistas que explotan los miedos primitivos de una parte de la población justificando el uso del odio como herramienta de movilización y generando violencia física y psicológica hacia quienes les han dicho que somos «los otros». Ahora se hacen llamar «personas de bien» aunque nunca lo fueran.

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Tenemos la obligación, como sociedad, de frenar el avance de esta sombra alargada que se va colando por las rendijas de nuestras comunidades y de no dejar que la cultura de la división venza a la del encuentro. Uno de los mayores actos de resistencia ante los odiantes es nunca abandonar la esperanza y en esta lucha todos y todas tenemos un papel que desempeñar. No devolver odio al odio sino humanidad y empatía y, en última instancia, dejar que se roan a sí mismos.

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