El zascandil de Zapatero se cargó, como tantas cosas, el Plan Hidrológico. Pantano o trasvase eran, son, tan franquistas para este iluminado, para la progresía ... en general, como la pertinaz sequía.
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Él y Narbona tenían la solución, desaladoras. Basta documentarse y repasar hemeroteca para ver en qué quedó la cosa, cuánto nos ha costado y qué no han solucionado. Como para que su digno sucesor, el doctor, nos quiera imponer ahora austeridad, restricciones y frugalidades.
Los experimentos con gaseosa, que decía D'Ors.
A todos sorprendió que, paradójicamente, Arias Navarro, ministro de la Gobernación cuando asesinaron a Carrero, no sólo no fuera destituido por incompetente, sino que sucediera al almirante. Pero no hay que irse tan lejos, de Zapatero y Narbona, que nos endeudaron y nos dejaron sin agua, se puede decir igual. Sus carreras ya las quisiera para sí el mismo Joaquín Miranda, el rehiletero de Belmonte que tras acabar la Guerra Civil se metió en política y fue nombrado gobernador civil de Huelva.
«Don Juan, ¿es verdad que este señor gobernador ha sido banderillero suyo?». Belmonte, con su habitual parquedad conceptual, le contestó con un lacónico «Sí», a lo que su interlocutor insistió: «Don Juan, ¿y cómo se puede llegar de banderillero a gobernador tan rápido?». Y el genial taurino nacido en la calle Feria, con su conocido tartamudeo, respondió: «¿Po… po… po cómo va a ser?.' De… de… endegenerando, de… de… endegenerando».
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Uno, embajador de Puebla, bolivariano itinerante, intrigando en el filo de la navaja, la otra, vicepresidenta primera del Senado. Y los demás, víctimas de sus adanismos y excentricidades, sufridos curritos a pie de obra.
El otro día Pérez Reverte escribía sobre los estropicios que han causado en Educación que «si en España hubiese un juicio de Nuremberg sobre crímenes contra la Educación, o sea, un ajuste de cuentas con los responsables del disparate en que se han convertido nuestros colegios y universidades, faltarían sogas para ahorcar a tantos presidentes de Gobierno, ministros y consejeros autonómicos del ramo que serían declarados culpables».
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Según datos que aporta Carmelo Jordá, con el llamado trasvase del Ebro cada año se habrían podido almacenar 5.935 hectómetros cúbicos de agua que se han ido al mar: «Las cuatro cuencas hidrográficas que iban a recibir agua del Ebro tienen almacenados 2.868 hectómetros cúbicos de una capacidad total de 5.827, faltan 2.969 hectómetros cúbicos para que estuviesen al 100% de su capacidad. Y esta cifra, recordemos, es sensiblemente inferior a los 5.935 hectómetros cúbicos que, de media, se han vertido al mar en los últimos diez años, además de los 3.009 del caudal ecológico. Es decir, estamos tirando al mar agua como para que todos los embalses del Mediterráneo español rebosasen»
Con la falta de agua, con los precios de la energía y dependiendo de terceros, ¿qué hacemos con estos? A falta de sogas, echarlos al Ebro sin flotador.
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