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La democracia amenazada
CARTA DE LA DIRECTORA ·
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CARTA DE LA DIRECTORA ·
CÓMO tomarse en serio un golpe de estado encabezado por un hombre disfrazado de bisonte? La presencia de personajes estrambóticos en el asalto al Capitolio el pasado miércoles ha desencadenado un aluvión de chistes. Como si en lugar de estar ante una grave crisis política ... estuviéramos ante un esperpento sin mayor trascendencia. Un exceso más del 'trumpismo'. Folklore político.
Sin embargo, a nadie sensato le cabe ya duda de que la irrupción por la fuerza de centenares de manifestantes en el edificio que alberga el Congreso y el Senado de los Estados Unidos ha sido un intento de golpe de estado alentado por su presidente Trump. Era la última bala que le quedaba para evitar que Joe Biden fuera ratificado como presidente. Y la jugó. Perdió, porque Biden ha sido confirmado después de que el mundo entero contemplara horrorizado la maniobra a la desesperada de Trump para quedarse en la Casa Blanca.
Pero el fracaso del golpe no debería engañarnos sobre la importancia de la crisis en la mayor democracia del mundo. El virus del populismo, que fue la causa de que Trump llegara al poder, se ha hecho más fuerte gracias a él. No solo en Estados Unidos. Todos los países sufren, en mayor o menor medida, la infección populista, tanto de derechas, como es el caso de Trump, como de izquierdas.
Ha habido políticos, como Pablo Casado, que han comparado el asalto de la turba al Capitolio con el movimiento 'Rodea el Congreso' que en 2016 protestó contra la victoria de Rajoy manifestándose en las Cortes con el eslogan 'no nos representan' dirigido a los diputados que se sentaban allí. No es lo mismo una manifestación que un asalto. Aquello no fue un intento de golpe de estado y el asalto al Capitolio sí lo es. Pero sí hay semejanza con la revuelta independentista de Cataluña que trató, desde el poder, como Trump, de deslegitimar y anular las instituciones democráticas.
El populismo está inoculado en nuestra política. No otra cosa son las campañas para desautorizar al Poder Judicial y convencer a los ciudadanos de que sus decisiones responden a oscuros intereses y no a la ley. Populismo es la demonización continua del adversario político con la intención de deslegitimar a sus votantes. Hay populismo en quienes alientan la xenofobia acusando a los inmigrantes de todos los males y quieren expulsarlos, pero también en quienes los utilizan para una foto propagandística y después se olvidan de ellos. Hay populismo cuando se prometen soluciones fáciles para problemas complejos, ya sea el paro, la inmigración, la pobreza, la despoblación o las pensiones. Hay populismo tras el nacionalismo excluyente de los independentistas catalanes.
El episodio del Capitolio demuestra que ni siquiera las democracias más longevas tienen la garantía de pervivir. Siempre están amenazadas.
Nos tomábamos a risa las bravatas de Trump pensando que sus payasadas nunca pondrían en peligro la democracia. No contábamos con que sus delirios eran creídos y seguidos (lo son todavía) por millones de personas. Y es que ante la retórica populista, (igual que ante la nacionalista) no vale la razón.
La democracia americana ha aguantado, de momento, el envite. Podía haber sido un baño de sangre y se ha saldado con cinco muertos. Cabe ahora plantearse si esta crisis le va a servir de vacuna contra nuevos Trump o si es el anuncio de que los populismos tienen un futuro esplendoroso.
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