
¿Destruir o sostener la monarquía?
JESÚS GALAVÍS REYES
Sábado, 26 de diciembre 2020, 09:02
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JESÚS GALAVÍS REYES
Sábado, 26 de diciembre 2020, 09:02
Desde aquel Catón el Viejo que, machaconamente, acababa sus discursos en el Senado con la hipercitada frase contra Cartago, ese gerundivo latino «delenda» (y perdonen ... la pedantería) se ha hecho famoso para representar el empecinamiento ideológico de cualquiera. También es muy conocido el final del no menos famoso artículo de Ortega y Gasset, donde el escritor sustituyó Cartago por monarquía (la de Alfonso XIII) y contribuyó con su «delenda est monarchia» al advenimiento de la Segunda República y al exilio del monarca.
No hace falta ser un lumbreras de entre los numerosos comentaristas políticos (los llamados politólogos) para entender que no son estos buenos tiempos ni para la monarquía española ni para la familia Borbón. Ya hay suficientes motivos como para replantearse seriamente si la monarquía debe ser sustituida por un sistema republicano, aunque todavía haya bastantes españoles que ven a la Corona como garantía de unidad y de estabilidad.
Parte de la izquierda aprovecha los presuntos o reales dislates económicos del rey emérito para plantear su particular «delenda est monarchia» e instaurar una república, con argumentos paralelos a los de Ortega. En su artículo, que en realidad se titulaba 'El error Berenguer', el filósofo afirmaba: «Eso, eso es todo lo que el Régimen puede ofrecer, en este momento tan difícil para Europa entera, a los veinte millones de hombres ya maltraídos de antiguo, después de haberlos vejado, pisoteado, envilecido y esquilmado durante siete años [...]. Y como es irremediablemente un error, somos nosotros, y no el Régimen mismo; nosotros gente de la calle, de tres al cuarto y nada revolucionarios, quienes tenemos que decir a nuestros conciudadanos: ¡Españoles, vuestro Estado no existe! ¡Reconstruidlo!». Y justo ahí radica el meollo de la cuestión, que aquí y ahora sí existe un Estado que ni veja, ni esquilma ni pisotea a los ciudadanos, sino que los ampara con un sistema pleno de libertades y derechos políticos. Protegidos por una Constitución que, sin duda, siempre puede ser reformada o cambiada por otra si el pueblo lo decide. Por eso creo que ha llegado el momento de abrir un debate serio y todo lo sosegado que sea posible sobre si debemos sostener la monarquía o si esta ya no es viable.
En el plano personal, yo tengo escocido el corazón, porque, aunque republicano de formación y de convicción, mantuve siempre una parte de mi voluntad del lado, no tanto de la monarquía, como del rey Juan Carlos, por todas esas razones que se suelen argumentar en su favor. Pero la sensación de que se ha traicionado a la buena voluntad del pueblo está ahí, a flor de mi piel política. Venga el debate en buena hora y si se tercia, venga una república, pero, como defendió Antonio Tinoco en estas páginas del HOY, «a estas alturas no me conformaría con cualquier república, sino con una que fuera mejor que la monarquía que tenemos».
Y no olvidemos que a Pompeya se le exigió no solo ser honesta, sino parecerlo.
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