Esta columna habla sobre Badajoz, la ciudad que vivo, disfruto, pateo y sufro. Sin embargo, sobre todo en Semana Santa, cuando llega el olor a azahar e incienso, echo de menos ser de pueblo para coger el coche y conducir hasta la casa de mi ... padre, que antes fue de mi abuelo, reencontrarme con familia y amigos, ver y oler el campo, las calles, salir a la plaza para encontrarme con los que se quedaron y con los que, al igual que yo, se fueron a la ciudad para volver en vacaciones y ser Pepe, Chino y el Largo, en lugar de don tal o cual.

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Me gustaría ser de Olivenza, recorrer el paseo grande, entrar en la dulcería Fuentes, comprar técula y escuchar a los mayores hablar en portugués. Me gustaría ser de Zafra y atravesar la calle Sevilla y llegar hasta la Plaza chica y Plaza grande, me gustaría ser de Llerena y subir por la calle Aurora, sentarme en los soportales de la Casineta teniendo de frente la majestuosidad de la Iglesia de la Granada, bajar la calle Corredera, llegar al convento de Santa Clara y comprar dulces de las monjas. Me gustaría ser de un pueblo de colonización, Villafranco, Balboa, Novelda o Valdelacalzada y recorrer sus coloridos campos de árboles frutales en flor.

En Badajoz también podrían programar otro JATO como el de Cáceres.

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