Volodímir Zelenski es el vivo ejemplo de persona poseída por el personaje. Era un actor cómico que se granjeó una gran popularidad como protagonista de la serie satírica de televisión 'Servidor del pueblo', en la que interpretaba a un honesto profesor de Historia que se ... convierte por accidente en presidente de Ucrania. En 2019, Zelenski rompió la cuarta pared y, siguiendo los pasos de otro popular y populista bufón, el italiano Beppe Grillo, decidió hacer realidad la ficción presentándose a las elecciones, que ganó por goleada al mandatario saliente, el magnate Petró Poroshenko, encarnación de los dos grandes males de Ucrania, Rusia y casi todas la antiguas repúblicas soviéticas: la oligarquía y la corrupción.

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Zelenski arrasó en las urnas con dos grandes promesas: «limpiar la política ucraniana» de corruptos y poner fin al conflicto en el este del país contra los separatistas prorrusos apoyados por Moscú. Dos años después, sin embargo, no ha cumplido ninguna. Pese a sus reformas, Ucrania sigue siendo el tercer país más corrupto de Europa, tras Rusia y Azerbaiyán, según Transparencia Internacional, e incluso su entorno se ha visto salpicado por corruptelas. Y la guerra ha desbordado las fronteras del Donbás tras la invasión rusa. Cuando comenzó esta, por tanto, la popularidad de Zelenski caía en picado. Sin embargo, la valentía con la que ha afrontado la guerra le ha devuelto el favor de su pueblo. Lejos de huir, como le recomendaban, ha decidido quedarse con su familia al pie del cañón y manejar con maestría medios audiovisuales y redes sociales para mantener alta la moral de sus compatriotas.

El pequeño gran hombre ucraniano evoca 'El doble'. Esta novela de Dostoievski la protagoniza un gris y apocado funcionario del Estado ruso, Yakov Petrovich Goliadkin, cuya personalidad se desdobla tras ser rechazado en una cena que ofrecía su jefe. Al día siguiente se topa por la calle con un individuo idéntico físicamente a él, aunque sus caracteres son diametralmente opuestos. El falso Goliadkin es un ser alegre, seguro, triunfador, seductor que se entrometerá en la vida del verdadero.

El doble de Goliadkin representa lo que a este le gustaría ser. El pueblo ucraniano vio en el personaje televisivo de Zelenski el presidente que le gustaría tener. Y el actor tanto se ha creído el personaje de su vida que se ha metamorfoseado en él. Zelenski es un héroe de la estirpe de Héctor. Como el príncipe troyano, no ha elegido luchar, pero se ha visto obligado a ello para defender a los suyos y lo suyo. Con todo, ha tendido la mano al Agamenón ruso para pactar la paz. Pero Putin solo se muestra dispuesto a negociar la rendición de los ucranianos. Por eso, Zelenski ha llamado a las puertas de la UE y la OTAN para clamar un apoyo que vaya más allá de las sanciones económicas, que son pan para mañana. Hoy el pueblo ucraniano urge armas para defenderse. Se juega su ser o no ser, pero también Occidente, porque, como ha advertido el presidente de Ucrania, si «los líderes del mundo libre no ayudan con fuerza a Ucrania hoy, mañana la guerra tocará a sus puertas». Ya pasó en España y Europa hace 80 años.

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En cierta manera, todos nos debatimos, como el personaje de Dostoievski, entre nuestro yo real y nuestro yo ideal, entre nuestros principios y los límites que nos impone la realidad, en definitiva, entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. Ahora toca guiarse por la segunda, porque, como avisó Edmund Burke, «lo único necesario para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada».

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