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Andalucía vota al sol, hoy parece que algo más educado que en días pasados, pero dispuesto a quitar las ganas de apartarse de la sombra ... al más pintado. Duelo a pleno sol, para que todo quede bien iluminado, incluidas las bobadas solemnes de Zapatero; las bravatas a deshora de Macarena la faltona; los disparates 'largocaballeristas' de Adriana Lastra, iletrada, también, en democracia; las diatribas decimonónicas de Teresa Rodríguez de Kichi; la vaciedad habitual del calamidad de siempre o el titubeo gallego de Núñez Feijóo, nuevo en esta plaza. Duelo al sol.
Cuando era niño, al pasar frente al cine Salamanca camino de casa, miraba entre arrobado y asustado el enorme cartelón en el que una señora imponente (tiempo adentro me enteré de que se llamaba Jennifer Jones) y un señor (un tal Gregory Peck) anunciaban la película 'Duelo al Sol' y parecían tentarme a cometer todos los pecados imaginables porque los mayores me habían advertido que «el film» estaba calificado con un 4, o sea «gravemente peligrosa». Hoy día probablemente se consideraría como cine infantil. Y lo recordaba estos días pasados cuando en un debate electoral Doña Macarena y Doña Teresa se enzarzaron sobre si era o no conveniente que a los zagales se les enseñara a tocarse el pizarrín en la escuela. Pues no lo sé, la verdad, nosotros fuimos niños de postguerra (aunque también nos enteramos después) y no recuerdo yo que en el catecismo del padre Ripalda ni en los textos de Formación del Espíritu Nacional se hablara de eso y sin embargo –¡si seríamos espabilados!– aprendíamos a enredar en el piticlín sin recibir clase alguna. Y eso los niños, porque de las niñas eran todas por supuesto, castas, puras y además hijas de María. Y tampoco tenían clase de ronroneo, pero a fe que aprendían solitas. Para que luego digan que fuimos la generación tontorrona que ni ganó ni perdió la guerra, pero la padeció. Pero después, llegó la LOGSE, será eso; digo yo.
Y es que el sol, la divinidad más antigua que conoce la humanidad, hace ricias con las cabecitas de esta tropa que considera inconcebible vivir sin aire acondicionado, hasta llevarla al límite cuando se viste de africano y trepa por la Bética arriba calentando con furor mahometano. Y hace estragos especialmente en los medios de comunicación empeñados cada mañana en amargarnos el día con sus predicciones calenturientas y sus sabios consejos de que bebamos mucha agua y nos pongamos sombrero. Y en las ministras que se picotean enfurecidas en duelo a primera sangre.
La humanidad, como cada verano, se empeña en retar a duelo al sol y, por si fuera poco, ahora revestida con el sobrepelliz del cambio climático, señor de todos los males presentes y futuros. Y así con la tontuna solariega he dado yo en sospechar si el tal Putin no será el mismísimo rey sol en disfraz de bolchevique. Algo así debe de pensar el heroico Volodímir Zelenski y por eso se disfraza de recluta en clase de gimnasia para reunirse con los supermandarines de Europa, entre los que, ¡ay señor!, ni está nuestro Sánchez, ni se le espera.
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