Nadie en España nos está dando tantos argumentos a favor de la república como Juan Carlos I y nadie en España nos está dando tantos argumentos a favor de la monarquía como Pablo Echenique, Juan Carlos Monedero o Pablo Iglesias, los que proclaman que su ... objetivo político es derribarla.
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Si el rey emérito, como en su momento Rajoy con los independentistas catalanes, se ha empeñado en convertirse en una máquina de hacer republicanos (quién nos iba a decir que el que jugó un papel decisivo para que nuestro país fuera un Estado de derecho acabaría enredado en cosas propias de vulgarísimos aunque muy encopetados maleantes), los dirigentes de Podemos van en sentido contrario: cuanto más se esfuerzan en anunciarnos la república más ganas le entran a uno de que nos quedemos como estamos. Tanto que –cosas más raras se han visto y no porque el insuperable John Le Carré esté de cuerpo presente– no me quito de la cabeza la idea de que Echenique, Monedero o Iglesias son esa especie de agentes que ponen mucha emoción en las novelas de espías, que parecen una cosa y son de verdad otra. En el caso de los mencionados parecen activistas por la república pero en la realidad yo los hago a sueldo de La Zarzuela porque, bien mirado, es muy difícil encontrar heraldos más lamentables y contraproducentes para la causa republicana: cada vez que hablan de lo bien que nos irá en la república crece el número de personas que dicen en sus casas: «Viva el Rey».
Conste que a mí me gustaría ser ciudadano de la República española, pero a estas alturas no me conformaría con cualquier república, sino con una que fuera mejor que la monarquía que tenemos y, francamente, miro a mi alrededor y, a pesar de la ventaja de inicio de que el cargo de quien lo ocupa es electivo y no hereditario, no veo yo muchas repúblicas capaces de darnos lecciones en cosas que importan. Por ejemplo, vivir en un país del que no hace falta salir corriendo porque tenemos libertades y derechos, esas insignificantes cosas que nos hacen ciudadanos y no súbditos.
Tal vez sea ingenuo, pero me tomo en serio este asunto de la república. Por eso creo que si estos señores tan republicanos se lo tomaran verdaderamente en serio –es decir, si lo que quisieran suprimir es la monarquía y no la Constitución– se cuidarían mucho de aparecer como los abanderados del nuevo Estado. ¿Porque, qué república puede llegar de la mano de quien se hizo un hueco en el paisaje político como martillo de ricos y adoptó sus usos en cuanto vio la ocasión; o de quien tuvo un trabajador empleado y no lo dio de alta en la Seguridad Social, y un tribunal de justicia condenó su conducta, propia del peor señorito; o de quien se vio obligado a regularizar sus impuestos –justamente como lo hace ahora ese rey emérito al que le pone fondo musical de narcotraficante– para evitar que lo pillara el carrito del helado de Hacienda? Menuda república la de los autotitulados republicanísimos Echenique, Monedero, Iglesias: la de Pepe Gotera y Otilio. Así que hasta ahora soy de los que dan vivas al Rey. Por respeto a la República, por supuesto.
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