![El rey emérito vino a regatear(nos)](https://s3.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/202205/23/media/cortadas/rey-RzkVbS2hp440ITmzdDr0czM-1248x770@Hoy.jpg)
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No sé qué pensará el rey emérito de su visita a España, pero por mucha capacidad de discernimiento que le falte para observar lo que ocurre a su alrededor no habrá tenido ningún problema para darse cuenta de que el resumen de este viaje expresa ... lo opuesto a lo que dio sentido a su reinado. Si su contribución a la concordia fue, y así se le reconoció dentro y fuera de España, el mayor patrimonio de su reinado, ahora vuelve a Abu Dabi después de dejar aquí un reguero de polémicas, peleas partidistas y discusión entre los españoles. El que abanderó la concordia es ahora quien centra la discordia. ¡Quién te ha visto y quién te ve, Juan Carlos de Borbón!
El emérito ha venido a España no a regatear en Sanxenxo, aunque así lo parezca, sino a regatearnos. A hacernos una especie de soberana peineta. A placearse sin sentirse concernido por la obligación política y moral de darnos una explicación («Explicación, ¿de qué?», dijo por si cabía alguna duda) por el modo en que nos ha traicionado. Venir a España como si nada haya pasado, como si no tenga importancia que haya escapado de una muy probable condena por corrupción solo porque ha tenido a su alcance la gatera de la inviolabilidad y de la prescripción de los delitos, me hace dudar de si en su fuero interno Juan Carlos I nos ha tenido siempre por súbditos y no por ciudadanos a los que rendir cuentas.
Verlo darse un baño de masas mientras oye vivas al rey tal vez le ha confundido el entendimiento y ha pensado que los españoles no sabemos nada de sus tejemanejes y seguimos viviendo en una eterna madrugada del 24 de febrero de 1981, cuando los guardias civiles de Tejero escapaban por las ventanas del Congreso del golpe de Estado que él había contribuido decisivamente a parar.
Con todo, el triste espectáculo que durante los últimos días ha protagonizado el rey que impulsó la democracia no se ha agotado en su extraviada manera de acercarse a la realidad española, porque su visita también ha puesto de manifiesto que hay demasiados juancarlistas a los que el artículo de la Constitución que él refrendó, y que dice que la forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria, solo les interesa porque en él va incluido el sustantivo monarquía, y olvidan el adjetivo parlamentaria, que es precisamente el que la hace posible y le da sentido en nuestro tiempo. Porque a los españoles puede que nos valga un rey, pero no cualquier rey y estos días hemos visto a dirigentes de partidos políticos de la derecha empeñados en defender a Juan Carlos como si encarnara el modelo de monarquía que está dispuesta a admitir una sociedad que no va a abdicar de ejercer sus derechos de ciudadanía. Parece que lo que quieren imponer es una monarquía a cualquier precio, es decir, cualquier monarquía, cuando precisamente las cosas han llegado a un punto en que la monarquía solo va a sobrevivir en España si con ella nos salen las cuentas. Afortunadamente para nuestro país, Felipe VI parece que lo ha entendido. Su padre y los que le jalean, no.
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