Escrivá, poco político

El último entuerto en que se ha metido Escrivá es el de la edad de jubilación. Se limitó a declarar al periódico 'Ara' que en España no se ha producido todavía el «cambio cultural» necesario para seguir la tendencia europea y trabajar cada vez más entre los 55 y los 70 o 75 años.

En aquella entrevista, Escrivá no añadió nada más. No propuso en absoluto cambiar el modelo español vigente. Pero ha recibido a pesar de todo un severo y generalizado rapapolvo. Cuando lo que ha dicho es inobjetable: hay una tendencia en los países desarrollados, sobre todo en los trabajadores a los que no se exige un esfuerzo físico, a retrasar la edad de jubilación. La prolongación de la esperanza de vida es la razón principal de ello, y la causante de que muchas personas prefieran mantener una vida activa que les haga sentirse útiles antes que retirarse a la ociosidad de la jubilación.

La jubilación a una edad razonable –sobre todo cuando hay desgaste físico– es un derecho inalienable pero no una obligación. Porque no se tiene en pie la tesis de que las jubilaciones aumentan el empleo de los jóvenes: la creación de empleo proviene, cada vez más, del incremento de la productividad y de la buena formación de quienes pretenden ingresar en el mercado de trabajo.