La culminación de «la obra de España en América», inmensa, colosal, es el nombramiento de Mario Vargas Llosa como académico del cardenal Richelieu, fundador de la Academia Francesa, a la sombra de la cual fuera creada la nuestra. Que un escritor nacido en el Perú ( ... el que tenga además la nacionalidad española le añade un plus de 'peligrosidad': eterna rivalidad franco-española), les iba diciendo que un escritor nacido en Arequipa, en cuya oceánica obra literaria no hay ni una frase en francés, haya merecido tal distinción, se me hace a mí que es la guinda del pastel de la cultura que habla en español. Aquí vendrían al pelo los nombres de los cientos de grandiosos escritores americanos, todos de habla y escritura españolas, claro: Rubén, Neruda, Vallejo, García Márquez, Juan Rulfo, Borges, y tantísimos más, cada uno de los cuales merecía la misma distinción que don Mario. Sin lugar a dudas.

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Entonces, ¿por qué a Mario sí y a los otros no? Yo tengo una explicación, que puede estar equivocada, pero me lo tienen que demostrar. Ahí voy. Si yo fuese francés (lo habría sido si en la adolescencia me hubiese ido a vivir con mi tía Carmen a París, marido comunista exiliado), y me hubiesen puesto por delante a un señor que, sin mirar un papel, se pasa una hora hablando, con asombrosa profusión/precisión, de una de las más grandes figuras que ha dado la France, al primero que me hubiese encontrado le habría dicho algo parecido a lo que dijo Franco la primera vez que recibió a Fraga: «Que lo nombren algo inmediatamente», o sea, «a este Vargas hay que hacerlo académico de Richelieu ya mismo». «¡Pero si ha hablado en español!». «Eso no importa. Sabe de Víctor Hugo más que todos nosotros juntos». Impresionante, sencillamente. Es para escucharla/verla: la conferencia quiero decir (está en YouTube).

Difícilmente se puede encontrar un derroche de erudición, con tamaña maestría en la exposición, sobre uno de los hombres de biografía más rica y genial que haya dado Francia. Si a eso le añadimos lo que decía Cela, «el animal sagrado de los franceses es el escritor», entonces ‘apagamos y vamos’, según el bueno de Radomir Antic, q.e.p.d. Por cierto, me produjo mucho contento escuchar a don Mario decir ‘Badajos’, cuando habla con su español del Perú de la estancia en nuestra ciudad, oficial de Napoleón que era su padre, de tan ilustrísimo francés (Víctor Hugo es más que un escritor: lo es todo a la vez), lugar en donde principió a aprender español, idioma que de mayor usaría para camuflar sus peripecias amorosas con las señoras de pago, que se conoce que, a ese respecto, era de carne y hueso el buen hombre: como Mario, pero pagando.

He ahí, pues, la explicación de por qué a Mario sí y a Gabo no, ni a Neruda tampoco, ni a Borges, que hablaba francés tan bien como el inglés y el español.

Ahora, que venga alguien a demostrarme lo contrario.

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