Hace poco, una de mis lectoras me felicitó por escribir historias cuyos protagonistas era mayores de cuarenta años. La comedia romántica es el género más ... denostado dentro de la literatura, aunque es el más leído; como así se demuestra en los rankings de las editoriales tradicionales y en las plataformas digitales de ebook. No hace falta que los números me lo confirmen, a pesar de haber escrito otros géneros, este es con el que más éxito tengo. Os explicaré que ya está todo inventado en la novela romántica. Existen ciertos clichés que no fallan para provocar el enganche del lector o lectora, en los que yo también me pierdo. Os detallo alguno de ellos. Enemies to lovers: es uno los favoritos, consiste en que los protagonistas pasan de ser enemigos para enamorarse. Friends to lovers: está claro, mi dominio del inglés es básico, pero aquí llego, amigos que acaban juntos. Relación jefe y empleada o viceversa, triángulo amoroso, relación falsa o matrimonio por contrato, amor instantáneo, ricos y pobres, chico malo y chica buena, y al contrario, segundas oportunidades, diferencia de edad… ¿y sabéis qué? En todos ellos tienen cabida que los protagonistas superen la mediana edad.
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Las personas que pasamos de los cincuenta tenemos vida, experiencia y capacidades que hemos desarrollado a lo largo del tiempo, y nos encanta vernos reflejados en los libros. ¿Por qué solo somos personajes secundarios? Tíos, abuelos, padres de unos protagonistas casi perfectos y que, con toda seguridad, alguno de nosotros muere antes de leer la palabra fin.
¿La edad del escritor influye? Sí. Tengo hijos veinteañeros, pero nunca escribiría una novela juvenil; en primer lugar, porque ni siquiera ellos me leerían y, en segundo lugar, soy crítica conmigo misma, me da pereza aprender sus jergas, su formas de comunicarse, y no me sentiría cómoda. Prefiero aceptar mis debilidades y escribir lo que me gustaría leer. Historias sobre hombres y mujeres reales, donde no hay príncipes o princesas; reflejar la vida costumbrista, las relaciones personales, el mundo rural, los problemas cotidianos y, si es posible, con un toque de humor; y, por último, dar esperanzas a personas que han perdido la ilusión, porque los libros, además de servir de entretenimiento, son enriquecedores del alma. Como es el caso de Robert James Waller, quien escribió 'Los puentes de Madison' en 1992, una novela romántica cuyos protagonistas no son jóvenes alocados, sin embargo, se consolidó como uno de los libros más vendidos del siglo XX, así como su versión cinematográfica protagonizada por Clint Eastwood y Meryl Streep. Una gran historia de amor de cuatro días para toda la vida.
El mejor aliciente para seguir con historias de este tipo es cuando recibo un mensaje de un lector en el que me dice que, gracias a uno de mis libros, se ha sentido mejor o que le ha servido para mirar la vida desde otra perspectiva. Las ventas o el éxito se quedan en segundo lugar, porque no lo olvides: no es cuestión de edad, solo de ganas. Tenemos derecho a enamorarnos, a divertirnos, a conocer mundo, a equivocarnos, a seguir creciendo y a soñar.
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