Está enfadada conmigo… Ella cumple de maravilla, no se va con otro». Escuchar esta frase de la boca del rey emérito, en los audios filtrados con Bárbara Rey, me revolvió el estómago. Las infidelidades de Juan Carlos I han copado las noticias en muchas ocasiones ... y doña Sofía siempre ha permanecido en silencio. La vida de la reina no fue tarea fácil y si, a sus obligaciones de la corona, sumamos la de convivir con una persona que no la respetaba, supongo que sería un infierno. Nuestra reina emérita, lejos de protagonizar escándalos, ha cumplido con creces con su labor y aún lo hace. Doña Sofía es discreta, creyente, fiel a sus principios y que sigue trabajando en su fundación desde que se creó en 1977. Sus principales proyectos son educativos, de ayuda social y medioambientales, y la investigación de enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer. Es una gran desconocida para el pueblo llano. A raíz del foco mediático de los últimos días, investigué su agenda y me quedé impresionada por la actividad de una mujer que está a punto de cumplir 86 años. Y digo una mujer, porque Sofía es como cualquiera de nosotras, a otro nivel, por supuesto, pero al fin y al cabo, mujer. Ha sacrificado su vida por su familia, por sus hijos y por la institución monárquica. Es querida y respetada por los que la rodean y, me atrevería a afirmar, que por todos los españoles.
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En los famosos audios, repetidos hasta la saciedad en los programas de televisión, también escuché a la amante del rey decir que la reina la odiaba. Señora Bárbara, yo también la odiaría. Ahora, declara en la prensa, que está arrepentida y que lamenta el daño ocasionado a la reina por las conversaciones filtradas. La infidelidad no es un plato fácil de digerir y el tiempo no borrará la humillación; una cosa es imaginar y, otra, escuchar cómo era ninguneada por su marido. A pesar de ello, Sofía se ancló en su trono y ejerció con decoro la tarea de consorte; como buena cristiana y dada su posición, el divorcio no era una opción para ella. No fue hasta que el rey abdicó en el 2014, en favor de su hijo Felipe I, y se trasladó a Abu Dabi en 2020, cuando la separación se formalizó oficiosamente, pues el distanciamiento entre la pareja ya existía hacía muchos años. Desde entonces, ambos han tomado caminos diferentes. Juan Carlos ha perdido la confianza de los españoles a causa de los escándalos y Sofía, sin embargo, permanece en nuestros corazones y cerca de su hijo. El futuro de la corona está en la princesa Leonor y la presencia de su abuela es una garantía. Es un ejemplo para seguir, trabajadora, culta, con inquietudes por las artes, y con valores admirables. En su biografía Doña Sofía dice de sí misma: «Mis valores son la honradez, el sentido de servicio, la honestidad, la tolerancia, el amor al prójimo y la solidaridad». Añadiría de mi cosecha, la discreción; el silencio de una reina que mantuvo unida a la familia real. Termino este artículo con el convencimiento de que, mientras la salud la acompañe, seguirá representando a la corona con dignidad. Asimismo, declaro mi admiración hacia ella, aunque no acepto su sumisión en los años que compartió con Juan Carlos I.
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