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El proceso de unión entre Don Benito y Villanueva de la Serena me tiene fascinado. Leo todo lo que se publica sobre él: las noticias que nos cuentan cada día las corresponsales Estrella Domeque y Sol Gómez y los numerosos artículos de gente relevante que ... está expresando su opinión en estas mismas páginas. Ese proceso me tiene fascinado porque lo entiendo como una de las operaciones políticas más ilusionantes de los últimos tiempos. Un proceso, además, que hace sentirme más joven porque percibo en él el mismo espíritu que tuvo la Transición, que la mayoría de los de mi generación vivimos apasionadamente y que ahora, tantos años después, muchos todavía elogiamos. No puedo dejar de admitir que, en mi caso, ese elogio de la Transición, que es lo mismo que decir de la Constitución, se debe tanto a sus innegables virtudes como, por contraste, a la escasa estatura política de los que ahora la quieren torpedear, a los que miro como esos hijos ricos y tarambanas que son incapaces de entender que el patrimonio del que disfrutan no cayó del cielo, sino del acierto de sus padres, y en vez de mejorarlo, que bien podrían porque mejorable es, se lo pretenden triunfar irresponsablemente.
Que el proceso de unión de las dos ciudades de las Vegas Altas nace del mismo espíritu de la Transición lo sentí desde el principio: compartían intención (unir en lugar de separar, hacerse más fuertes por la suma de esfuerzos) y las reacciones que suscitó giraban en torno a la valentía y la generosidad, como las que adornaron a los protagonistas de la operación que nos permitió salir de una dictadura para alumbrar una democracia.
Y lo que ha ocurrido desde que se anunció en septiembre hasta ahora me ha reafirmado en la creencia de que este acontecimiento y la Transición comparten el mismo espíritu. Reparen, si no, en la foto de los dos alcaldes socialistas, José Luis Quintana y Miguel Ángel Gallardo, junto al presidente del PP de Extremadura, José Antonio Monago, reunidos con Pablo Casado para informarle del proceso de fusión de las dos ciudades. Esa imagen es pura Transición. Y bien podría ser utilizada en los colegios para explicar a los niños que hace alrededor de 45 años y por mucho que ahora se crea imposible, los adversarios políticos se reunían en España, unidos por proyectos comunes. Como hace apenas unos días ocurría en el despacho del presidente del PP en el Congreso.
Con todo, la prueba definitiva de lo que digo está en el reportaje que escribió Estrella Domeque en el HOY del pasado domingo, en el que daba cuenta que 729 vecinos de ambas ciudades habían participado en la primera jornada de voto adelantado. Llamaba la atención que, invariablemente, los votantes que aparecían en él señalaron que votaban sí a la fusión pensando no en ellos, sino en sus hijos y nietos. Es decir, pensando en las próximas generaciones, que es donde situaba Churchill la acción política de los estadistas. Votaban exactamente inspirados por el mismo espíritu que en 1978 animó a los españoles para crear el estado de Derecho que ahora disfrutamos.
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