
Estanterías vacías
CAMINO A ÍTACA ·
TROY NAHUMKO
Sábado, 9 de octubre 2021, 09:19
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CAMINO A ÍTACA ·
TROY NAHUMKO
Sábado, 9 de octubre 2021, 09:19
Las recientes escenas procedentes del Reino Unido me llevan a las borrosas imágenes de televisión de mi infancia en los años 70. Coches que se ... extendían a lo largo de varios kilómetros para intentar llenar sus depósitos con una gasolina que simplemente no existía. Ocurrió cuando los estados miembros de la OPEP, liderados por Arabia Saudí, forzaron un embargo petrolero a los países que ellos consideraban que apoyaban a Israel en la guerra de Yom Kippur. Los precios se dispararon más de un 300% en Norteamérica, pero al final el embargo fracasó y acabó volviéndose en su contra. Las fuerzas israelíes no se retiraron, los países embargados se negaron a cambiar su postura y quizá las consecuencias más duraderas fueron que la crisis provocó un aumento de la investigación de energías alternativas e inició un movimiento hacia la conservación de la energía.
Esto último puede verse en los pequeños coches que forman las colas en el Reino Unido. Ciertamente ya no son los enormes barcos terrestres de mi infancia norteamericana, pero lo que realmente marca la diferencia entre estas dos crisis es la causa de fondo. Mientras que la crisis del petróleo de los años 70 fue un asunto multilateral, la crisis a la que se enfrenta el Reino Unido es totalmente autoinfligida. Por mucho que intenten echar la culpa a otros, no hay nadie a quien culpar más que a sí mismos.
El 'brexit' no es el resultado de una interferencia extranjera. Aunque Trump, sabiendo muy bien que debilitaría al Reino Unido y a la UE, apoyara este suicidio a cámara lenta, no se puede decir que él o cualquier otro estado extranjero forzaron a los británicos a dispararse en el pie. Se lo hicieron ellos mismos en las urnas. El resultado es que una nación que fue grande, la sexta economía del mundo y miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, se encuentra ahora con las estanterías vacías y las gasolineras cerradas.
El 'brexit' fue el resultado directo de una ideología peligrosa. Una ideología que explota el miedo al 'otro', convirtiendo en chivos expiatorios a los inmigrantes como la causa de todos sus problemas. Todo ello desviando la atención de sus objetivos neoliberales de desmantelar los servicios públicos y de transferir la riqueza pública a unas pocas y cada vez más ricas manos. Se trata de un populismo ultranacionalista que está corroyendo el núcleo tradicional del conservadurismo. Uno que puede haber perdido a su payaso en los EE UU pero que todavía está representado en el Reino Unido por alguien que se peina con un globo, y que tiene muchos representantes aquí en el Congreso de los Diputados.
Este canto de sirena que lleva a la gente a pensar que sus problemas son causados únicamente por alguien ajeno puede adormecerlo a uno, pero ciertamente no arreglará nada. Los británicos pueden intentar culpar a la UE de sus desgracias, los catalanes pueden acusar al resto de España de robarles, los extremeños pueden alegar que la culpa es de Madrid y los xenófobos pueden alegar que los inmigrantes roban puestos de trabajo inexistentes, pero el resultado siempre es el mismo. Cuanto antes dejemos de hacerles caso, mejor.
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