
Una Europa confusa
CAMINO A ÍTACA ·
TROY NAHUMKO
Sábado, 15 de enero 2022, 09:40
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CAMINO A ÍTACA ·
TROY NAHUMKO
Sábado, 15 de enero 2022, 09:40
Siempre me pilla desprevenido, no importa cuántas veces lo experimente. Habíamos atravesado la espesa y amarillenta bruma de Madrid y llegábamos a Barajas justo después ... de Año Nuevo cuando lo oí de nuevo. En medio de los ruegos, cada vez más exasperados, de la azafata pidiendo a los alemanes despreocupados que permanecieran sentados, ahí estaban: villancicos. La embriagadora mezcla de sus frustradas súplicas y la completa indiferencia de algunos alemanes al tambalearse con cada bache, mezclada con Mariah Carey diciéndome que lo único que quería en Navidad era yo, hizo que la escena fuera aún más surrealista. Habíamos subido a un avión en 2022 en Dusseldorf y allí en Madrid nos habían devuelto a la Navidad de 2021. Era la repetición de las vacaciones.
De hecho, es una de las cosas que realmente admiro de España. Esa capacidad de mantener su singularidad a la vez que se adapta y amolda a nuestro mundo cada vez más globalizado. Aparte de algunos que se empeñan en que el islam sea la única religión importada de Oriente Medio, la inmensa mayoría de la gente de aquí es capaz de sintetizar a Papá Noel con los Reyes Magos, con la misma facilidad con la que aceptan la nata montada en sus roscones o a Frank Sinatra cantando sobre las Navidades blancas junto a los niños que suenan estremecedores cantando sobre los peces que beben en el río. Pero aunque lo admire, cada año me coge por sorpresa.
Y el año pasado fue como ningún otro. Viajar durante el reinado de ómicron ha sido extraño. Lo percibí por primera vez cuando facturamos nuestro equipaje y vi el temor en los ojos de las azafatas mientras hojeaban ansiosamente un puñado de hojas fotocopiadas con las diferentes restricciones que esperaban a cada pasajero en su destino final. La pregunta, habitualmente rutinaria, de «¿Adónde vuela?» nunca tuvo tanto significado oculto. El interrogatorio continuó. ¿Necesita una prueba? ¿Tiene usted un pasaporte covid? ¿Se ha lavado las manos después de ir al baño? Empecé a visualizar que en Alemania nos esperaba un equipo de salvamento con todo el equipo de EPI que nos sometería a todo tipo de pruebas, pero una vez más, mi imaginación estaba completamente fuera de lugar.
Al llegar, lo único que nos encontramos fue a mi cuñado diciéndonos que estábamos de suerte, que en dos días los alemanes iban a imponer una cuarentena a los viajeros procedentes de España. Nada de equipos de emergencia con EPI, nada de pruebas, solo nos esperaba nuestro equipaje.
Mis viajes me llevaron a cruzar Alemania pasando por Ámsterdam y luego a Polonia y allí los protocolos y los multitudinarios procedimientos volvieron a cambiar. Tras aterrizar, me pidieron que mostrara el código QR de mi pasaporte de vacunación, pero no lo verificaron con ninguna identificación. Como estaba en español, para ellos podría haber sido un anuncio de Mercadona.
Y son precisamente estos cambios constantes, todas estas incongruencias las que llevan a los desconfiados a no creer, a rechazar la ciencia y a no vacunarse. Esta constante improvisación me hace desear que cuando aterricemos suene otra canción. Una canción que, de alguna manera, nos adelantara a cuando esta pandemia estuviera bien superada.
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