
Y ya, la primavera
Felipe Sánchez Gahete
Sábado, 22 de marzo 2025, 08:04
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Felipe Sánchez Gahete
Sábado, 22 de marzo 2025, 08:04
Siempre he oído que antes llovía más, que venían, uno tras otro, temporales. Mi pueblo ha sido más agrícola que ganadero, más de yuntas de ... mulas que de piaras de ovejas. No me explico cómo, si llovía tanto, se las apañaban los labradores para realizar las faenas a su debido tiempo con las mulas chapoteando en los barbechos.
Quiero imaginar que lo que estamos sufriendo, o disfrutando, según se mire, es lo que antes llamarían temporal.
Las cunetas, cosa que no veía hace años, corren, no con fuerza para llevarse las latas que tiran los desalmados que, o siempre son los mismos o en este perdido pueblo de del sureste extremeño encanta Estrella de Galicia, pero corren.
Con tantos años de escasez, en cuanto escampe la tierra se tragará estas benditas aguas porque ellas sin que nadie las haya enseñado saben el camino que las lleva a donde esperan para cuando las cosas vienen mal dadas.
Con el comienzo de los temporales estrenaba mis botas Gorila y tomaba posesión de la pelotita verde que traían de regalo. ¡Ea!, ya estaba uno preparado para afrontar el invierno. Ahora mis hijos no tienen este particular calendario, además de que estrenan día sí, día no; con todo asfaltado, con coche a mano para llevarlos y recogerlos nada más que amagan cuatro gotas, lo mismo dan unas Gorila que unas Adidas de tela de rejilla o qué sé yo, unas bambas. Los tiempos.
¿Qué nos ofrecerá esta primavera con una tierra tan bien regada? Ya parece que tímidamente las margaritas y otras flores que en mi ignorancia no puedo citar quieren hacer acto de presencia.
Esta mañana ha escampado, el verde reluce y hay una calma chicha que engaña, mi abuelo decía que todas las claras son putas. Excepto por los charcos y el tímido correr de las cunetas, pareciera que toda la noche no han estado azotándonos el viento y el agua.
El Aemet me dice que seguirá lloviendo, que en un par de horas me tendré que refugiar en casa.
Echaré mano de Muñoz Rojas o de Mónica Fernández Aceytuno.
De ésta entresaco estos párrafos que, de ser capaz de escribirlos, los hubiera firmado yo:
«No hay otra forma de amar a la naturaleza que desde el lugar que nos tocado en suerte, dando sólo la vuelta alrededor de lo que vemos, un poco de una calle, un árbol, un pájaro que se posa en una rama.
Y, desde ahí, amar a toda la naturaleza que no vemos ni veremos jamás, que existió y que ya no existe, que existirá cuando no existamos.
Amarla por siempre y para siempre en la imaginación, donde nada muere».
Cuando Mónica se lía a citar pájaros o plantas me apabulla y, además, no la tengo al lado para guiarme.
Como mal menor, mi hijo me bajará un programa al móvil que es capaz de identificar lo que, pájaro o planta, le pongas por delante.
Es lo que hay.
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