Tras su defenestración de la secretaría socialista a finales de 2016, debido a sus intenciones de gobernar con nacionalistas y filoetarras, aflorará en Pedro Sánchez su ambición de poder. Con la ayuda de tres incondicionales: José Luis Ábalos, Santos Cerdán y Koldo García, recorrió España ... en un Peugeot 850, buscando apoyos para reconquistar la secretaría, cosa que consiguió a mediados de 2017. Atrás quedaban su breve etapa de profesor asociado en la universidad Camilo José Cela y sus oscuros años como concejal en el Ayuntamiento madrileño y como diputado en las Cortes. Consumado el asalto a la secretaría, Sánchez y Ábalos planearon otra batalla más difícil aún: la toma del Gobierno.

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Debido a las dificultades de Sánchez de ganar unas elecciones, solo quedaba una salida: una moción de censura. Las intervenciones de Sánchez y Ábalos fueron enormemente impostadas. Mariano Rajoy –tal vez en sus mejores intervenciones parlamentarias– fue desmontando brillantemente los argumentos de estos dos 'impostores', así como los de sus apoyos parlamentarios. Tanto Sánchez como Ábalos quedaron retratados por la agudeza psicológica y el fino humor galaico de Rajoy. El tiempo le ha dado la razón. Quienes ganaron la moción proponiendo regeneración –tal fue el programa presentado– están ahora enfangados de corrupción hasta el cuello.

Asaltado el Gobierno, gracias al 'atajo' de la moción, los 'cuatro jinetes del Apocalípsis': Sánchez, Ábalos, Cerdán y Koldo, decidieron repartirse los beneficios que el poder puede proporcionar. Pero antes había que cubrirse las espaldas: 1) Había que destruir a la oposición, tildándola de fascista y levantando un muro contra ella. 2) Era imprescindible neutralizar a la cúpula judicial por si venían mal dadas. Como estamos viendo, tanto Álvaro García Ortiz –imputado en estos momentos– como Cándido Conde Pumpido, han degradado la Fiscalía General y el Tribunal Constitucional, poniéndolos al servicio de Pedro Sánchez. 3) Era muy conveniente polarizar la sociedad entre buenos/progresistas (socialistas) y malos/fascistas (derecha). 4) Utilizar la mentira como técnica de gobierno como nunca se había visto en España, para que los ciudadanos perdieran el criterio propio y la capacidad de analizar la realidad. Los cuatro puntos fueron ensayados en la Alemania de Hitler. No hace falta que venga a hacerlo en España la ultraderecha. Lo está haciendo ya Sánchez.

Las democracias representativas no son imperecederas. Pueden desaparecer o, como advirtiera el gran Alexis de Tocqueville, mutar en un despotismo, en un populismo, como diríamos hoy. Es la tarea grandiosa e incruenta en que está empeñado el Gobierno y sus socios. Frente a la Constitución y las leyes establecidas, unas veces, otras, mediante leyes 'ex novo' aprobadas por mayorías parlamentarias radicales/sectarias, el populismo gubernamental amenaza seriamente la democracia representativa salida de la Transición. La ciudadanía tiene que saber que a donde quiera que nos lleve Pedro Sánchez será peor que la democracia representativa que tenemos, por la sencilla razón que la única democracia auténtica es la representativa. Ya hemos tenido bastante con la dictadura de Franco, como para que ahora venga Sánchez a imponernos otra dictadura, aunque sea de izquierdas.

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