El Ateneo madrileño tuvo su origen en el 'Parnasillo', como se conocían las reuniones que tenían lugar en el 'Café del Príncipe' de celebridades políticas ... y literarias como Mesonero Romano, Zorrilla, Bravo Murillo y otros. El Ateneo Científico y Literario, que este era su verdadero nombre, fue presidido por Segismundo Moret, Gumersindo de Azcárate, Cánovas del Castillo, Azaña y en nuestros días por el filósofo Carlos París y el politólogo Luis Arroyo, organizador del acto. Aparecía dividido en secciones, con salón de actos, biblioteca y hemeroteca. Por su tribuna pasaron los mejores intelectuales españoles y europeos. Durante la Dictadura de Primo de Rivera se convirtió en el principal foco opositor a la misma, un verdadero nido de republicanos, socialistas y masones, hasta el punto de que Josep Pla llegó a calificarle de 'incubadora' de altos cargos políticos. En esta 'docta casa' tenían sus tertulias Unamuno, Valle-Inclán, Baroja o el teósofo extremeño Mario Roso de Luna.
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El pasado 20 de septiembre el hoy mortecino Ateneo volvió, sin embargo, a resurgir como centro político opositor gracias a la presentación de un libro de Alfonso Guerra. Se trata de 'La rosa y las espinas. El hombre detrás del político', publicado por La Esfera de los Libros y basado en el documental de Manuel Lamarca 'El hombre detrás del político', realizado en 2022. El acto tuvo un gran poder de convocatoria, congregando a figuras destacadas de la política, la cultura y la vida social. Destacaron naturalmente los políticos críticos con Pedro Sánchez: el exministro José Luis Corcuera, el recientemente purgado Nicolás Redondo Terreros, Felipe González, Javier Lambán, Emiliano García-Page, José Barrionuevo, el extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra...
El libro fue una excusa para arremeter contra lo que Guerra y González consideran una deriva sin precedentes del PSOE, que alcanzará un punto de no retorno con la próxima concesión a los independentistas de la amnistía. «A mi parecer la amnistía significa la humillación deliberada de la generación de la Transición, la generación que supo encontrar el consenso como manera de resolver los litigios históricos que cada pocos años precipitaba a España en una tumba de dolor y muerte», dijo a poco de empezar el acto Alfonso Guerra. Y remató: «La amnistía significa la condena de la Transición y la democracia, lo que buscan desde el año 2015 los jóvenes inmaduros de la llamada nueva política, que no era otra cosa, que no es otra cosa que una estafa descomunal». Por su parte, Felipe González afirmó con rotundidad: «Si no hay acuerdos PSOE-PP no habrá ninguna reforma importante que se pueda llevar adelante», para terminar con una clara evidencia: «No podemos dejar de chantajearnos por nadie y mucho menos por minorías en vías de extinción».
González y Guerra pueden tener razón o no, pero no se les puede descalificar en sus críticas a Sánchez con los argumentos de que son viejos y de que este ya no es su tiempo. En todo tiempo hay líneas que no deben traspasarse, ni siquiera por un joven como Sánchez.
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