El escritor vienés Franz Borkenau, tras visitar los frentes de batalla durante la guerra civil española, publicó sus impresiones en inglés en 1937. Ruedo Ibérico publicaría la obra en 1971, con el título que tomo ahora para encabezar esta columna. Tras unos años de militancia ... en el comunismo alemán, lo abandonó al descubrir su naturaleza represiva y totalitaria, algo que confirmó durante su estancia en España, donde presenció las persecuciones del PCE a anarquistas, al POUM y a él mismo, siendo finalmente expulsado de España. Borkenau observó las luchas entre las diferentes facciones del bando republicano, convirtiendo a España en un verdadero reñidero. La división en las filas republicanas fue tan importante o más que la ayuda exterior para que Franco pudiera ganar la guerra.

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Los republicanos no hacían sino continuar las pulsiones destructivas del XIX, plagado de pronunciamientos militares. La culminación de esta violencia fue la guerra civil española, en la que España se dividió en dos mitades irreconciliables y destructivas entre sí. De este sino trágico fuimos capaces de salir –con no pocas dificultades– gracias a la Transición, una gesta que –con sus luces y sombras– aportó a España gobernabilidad, prosperidad social y económica y devolvió a los españoles la libertad y la igualdad. Socialistas y comunistas contribuyeron decisivamente, mediante el acuerdo con las fuerzas del régimen, a que llegara a buen puerto este proceso. Contrasta la lucidez de entonces con la ceguera de hoy para no darse cuenta de ello.

Ya desde la moción de censura victoriosa de Sánchez contra Rajoy, el líder socialista quedó atado a quienes le apoyaron en aquel momento, un conjunto de fuerzas con poco en común programáticamente, obsesionadas por destruir la Transición y, además, por impedir que la derecha pueda gobernar. Esto es lo que ha unido a Sánchez y sus socios durante la pasada legislatura, brillando por su ausencia un programa coherente de gobierno. Si Sánchez lograra la investidura, con el agravante de que ahora tendría que contar para la misma con el delincuente y prófugo Puigdemont, España seguirá siendo lo que ha sido durante la pasada legislatura: un verdadero reñidero. Incluso aunque Sánchez, frenado por la Constitución y el muro de la oposición, no les conceda el ansiado paraíso independentista, el resto de españoles asistiremos a la demolición del Estado de derecho, a la ineficacia en la gestión, a la crispación política y a la separación entre comunidades ricas (Cataluña, País Vasco) y pobres (principalmente Extremadura), consecuencia de la falta de un proyecto de gobierno nacional que ilusione a todos los españoles.

Evítese esto mediante el entendimiento PP-PSOE, desactivándose los extremismos y populismos y consiguiendo la estabilidad imprescindible para gobernar, crear riqueza y luego repartirla. Es legítimo alcanzar y detentar el poder, pero «tener el poder desde la decencia», en palabras del filósofo Emilio Lledó. Para conseguir esto, Feijóo y Sánchez sólo tienen que anteponer a sus intereses personales y de partido los de España. ¡Oh!, soñé que estaba soñando.

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