¿Qué ha pasado hoy, 21 de febrero, en Extremadura?

Las declaraciones del ministro de Defensa israelí sobre la propuesta a España de acoger a los gazatíes que «voluntariamente» quieran salir de Gaza con destino ... a nuestro país, ha puesto nervioso al Gobierno de Pedro Sánchez. El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, ha respondido que «ningún país tercero tiene que decir a España lo que tiene de hacer». Señor ministro, el Gobierno del señor Sánchez tendrá que cumplir y asumir las consecuencias de sus actos. No porque lo diga Israel, sino porque fue el desgobierno de Sánchez quien consideró los habitantes de Gaza refugiados, víctimas de genocidio. Y esto obliga a que, en el caso de que fueran evacuados, acogerlos formalmente. Una obligación legal. Pretender ahora quitarse el marrón de encima es una perfecta exhibición de hipocresía. El furor propalestino de Sánchez le llevó a ir más lejos que nadie. Y ahora que la situación se complica, pretende escurrir el bulto, en un supremo ejercicio de cinismo.

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¿Y todo por qué? Pues porque él pinta poco en la Unión Europea y eso es algo que un ególatra como él no puede soportar. Tomó la iniciativa de defender la nación palestina y calificar a Israel de genocida porque pensaba que en la UE le iban a seguir y él iba a ser el líder de ese movimiento. Se paseó por toda Europa y, al final, solo Irlanda y Malta estuvieron de acuerdo. Fue un fracaso total que tiene las actuales consecuencias. No nos engañemos, esa iniciativa no correspondía ni a los intereses estratégicos de España ni a una causa moral.

Pedro Sánchez nos ha metido en este charco solo por satisfacer su narcisismo patológico pavoneándose por Europa. Claro que ya verán como el no acoge a los palestinos en su casa, como correspondería, nos echarán ese marrón a los españoles. Que los lleven a las provincias vascas y a Cataluña; allí se sentirán como en su casa.

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