En 'Alienación y aceleración' (2016), Harmut Rosa, referente de la Escuela de Frankfurt, afirma que las sociedades modernas se definen, entre otros, por la aceleración ... en la tecnología, el cambio social y el ritmo de vida. Funcionan en un equilibrio dinámico, siendo uno de sus motores la competencia, para lo cual necesitan inversión económica continua y capital humano especializado.
Desde el minuto cero del Estatuto, Extremadura apostó por la modernidad y por ese tesoro cultural que es nuestro modo de vida. Una forma de ser que se ajusta al concepto de resonancia que Rosa define como «una forma de relación constituida por afección y emoción, interés intrínseco y expectativa de autoeficacia, en la cual el sujeto y el mundo se conmueven y a la vez se transforman mutuamente» (2019:227).
En el camino Extremadura encontró dificultades como la ansiada convergencia con el resto de las comunidades −ellas también se mueven−, el déficit en el sector del transporte o la necesidad de capital humano especializado.
La innovación tecnológica es incesante y sus efectos los percibimos en el día a día. Es capaz de contraer el espacio y el tiempo por efecto de la velocidad. Por ello, en el ámbito del transporte, urge la conexión por tren con los grandes centros neurálgicos del crecimiento económico, así como con el norte de España. La Raya ofrece una oportunidad de futuro para España y Portugal. Las provincias limítrofes a ambos lados de los más de 1.200 kilómetros de frontera albergaban más de cinco millones de personas en 2021, de las que el 19,3% residía en Extremadura. Además, la economía de las provincias fronterizas españolas representaba un 5,3% del PIB de España, correspondiendo el 28,9% a nuestra región.
Ello explica el estrés, la ansiedad y la frustración social ante unas expectativas que se alargan en el tiempo. A lo que se añade la dificultad/oportunidad de captar un talento que pueda conciliar su especialización con un modo de vida capaz de atemperar los efectos patológicos de la aceleración social, pues la experiencia nos dice que los niveles de resonancia en Extremadura, hasta ahora, son bastante altos. Un territorio de vínculos, afecto, empatía y solidaridad, donde el contacto con la naturaleza es cotidiano. Todo ello forma parte de nuestra relación con el mundo. Son valores que hoy simbolizan avance social, cuando antaño eran sinónimo de atraso.
La dinámica de estas sociedades ha de casar con la cohesión y el equilibrio territorial que nuestra Constitución protege. El desarrollo regional ha de ser armónico en el acceso a los bienes y servicios, e impulsar la participación de las regiones en la actividad económica en beneficio de todos. Los acuerdos y decisiones políticas, la inversión económica, el capital humano y el modo de vida forman parte de un todo, donde Extremadura, ofreciendo indudables atractivos, puede hacer compatible modernidad y resonancia.
Los mecanismos institucionalizados de financiación de las comunidades autónomas y de corrección de los desequilibrios, adolecen, en mi opinión, de una variable importante para nuestra región, y es la que relaciona población nacida en Extremadura y la comunidad autónoma donde reside. En 1987, en mi contribución a la 'Antropología Cultural en Extremadura. Primeras Jornadas de Cultura Popular', editado por la Asamblea de Extremadura (1989:52), resalté la gravedad del déficit poblacional de nuestra comunidad.
A 1 de enero de 2022 los nacidos en Extremadura ascendían a 1.409.489 personas, 896.323 residían en Extremadura y 513.166 estaban empadronados fuera de nuestra región (www.ine.es). Hay una «tercera provincia» diseminada en nuestro país. Somos la comunidad con mayor porcentaje de nacidos en su región que están fuera de la misma (36,4%), siendo la media nacional del 19,9%. Por ello sería importante que los mecanismos de financiación, así como de corrección de los desequilibrios recogieran esta, más que singularidad, anacronía. Esto permitiría a Extremadura incrementar los recursos financieros y desarrollar sus proyectos e infraestructuras en sus diferentes niveles administrativos, que complementarían los proyectos del medio y largo plazo de interés general, que, sin duda, llegarán.
Aún con estos déficits, Extremadura sigue cumpliendo en todos los indicadores y participa, cada vez con mayor empuje, en la actividad económica de nuestro país. Debemos sentirnos satisfechos de lo realizado, pero no hemos de conformarnos.
«El reto» o la «emergencia» demográfica no se resolverá de la noche a la mañana. Hay que mirar a largo plazo y adoptar medidas consensuadas para que estén vigentes más allá de una generación, reconociendo la incertidumbre de sus resultados. Los estilos de vida juegan su papel en las sociedades de equilibrio dinámico. Habrá que ser imaginativos y operativizar en acciones concretas la resonancia para evitar que la vida de nuestros pueblos pase a ser un «recuerdo» del ayer y que Extremadura, por los efectos no deseados de la modernidad, se convierta en un futuro, en una estación de paso y sin la imaginación narrativa a la que hace referencia el filósofo Byun-Chul Han (2023).
El Estatuto estabilizó la población en un millón de personas. Fue un éxito atribuible a quienes lideraron la región. Una nueva generación puede ensamblar el dinamismo de las sociedades modernas y la resonancia que aún perdura en Extremadura. Alrededor de dos millones de personas tenemos vinculación afectiva con nuestra tierra, incluidos los descendientes no nacidos en ella. Una base sólida para enfrentar los desafíos. Todo un reto.
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