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Cruzando lindes

Viaje a Irán

Ojalá algún día podamos visitar esa Irán mágica de «azulejos negros del desierto», una Irán con libertad, democracia y futuro

Gabriel Moreno González

Viernes, 3 de enero 2025, 07:23

La soberbia occidental nos ha jugado malas pasadas a lo largo de la historia y, sobre todo, sigue desplegando sobre nuestros horizontes de acción y ... pensamiento una cortina de ignorancia de la que no solemos ser conscientes. Algo que nos ocurre especialmente cuando nos acercamos a lejanos pueblos y culturas tan milenarios y antiguos como los nuestros, pero que despreciamos desde un eurocentrismo insolente. Así nos lo hace ver, para el caso iraní, el profesor José Tudela Aranda en su último y magnífico libro, 'Viaje a Irán. Los azulejos negros del desierto', editado con cuidado por la sevillana Athenaica, una de las editoriales más sugestivas del panorama libresco español.

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Si quieren conocer Irán, adentrarse por las calles de sus pueblos, los jardines y las plazas de sus ciudades, respirar el ambiente de una «civilización antigua, consciente y orgullosa de serlo», deben leer este libro de frases cortas, de imágenes irrepetibles y reflexiones concisas, que atrae desde la primera página y que describe las «mezquitas insospechadas, los rostros olvidados y los jardines de equilibrio inhumano» de la antigua Persia, de ese país que está en el epicentro geoestratégico de oriente y sobre el que apenas sabemos nada. El prejuicio y el estereotipo que tenemos sobre el Irán negro de los ayatolás, de velos, chador y fanatismo, se desvanece cuando, con el autor, vamos conociendo a sus gentes y recorriendo los rincones de un país fascinante, complejo, diverso, urbano y rural, joven y tradicional, que juega en un permanente y delicado equilibrio entre la premodernidad y la contemporaneidad. Frente al Irán oficial, oscuro, teocrático, de falso rigor y dirigido por una gerontocracia sacerdotal, se despliega el real y verdadero, el de esos rostros que «despiertan constantemente confianza» a quienes los contemplan e interpelan.

En el viaje que realizamos con la lectura vamos visitando las grandes ciudades, la Teherán vitalista y juvenil, la mítica Isfahán con su gran plaza y sus puentes de nostalgia, la Kermán populosa que se erige en medio del desierto, y la Shiraz de poetas divinizados; pero también pequeños pueblos, aldeas y fortalezas casi abandonadas, como Meymand con sus cuevas, Fahraj con sus últimos habitantes o las persas Persépolis y Pasargada, donde la tumba de Ciro sigue defendiéndose del paso del tiempo. De un tiempo que en Irán se enraíza en los edificios de adobe, abraza los monumentos funerarios del zoroastrismo o las viejas murallas de castillos hoy olvidados, y que nos habla de «un mundo que desaparece», de ese Irán rural y desértico que tanto se parece, en el libro, a nuestra España vaciada.

Pero debajo de las imágenes sugestivas, de las mezquitas, del arte persa, de las cúpulas y los jardines, el libro nos muestra la voluntad de un pueblo joven que, sometido a una cruenta dictadura, es consciente con orgullo de la solidez de su Estado y de su historia y quiere, como tantos pueblos, liberarse de las férreas cadenas de una teocracia que paradójicamente se autodenomina como revolucionaria. Ojalá algún día podamos visitar esa Irán mágica de «azulejos negros del desierto», una Irán con libertad, democracia y futuro.

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