Tras ejercer docencia en la universidad durante 47 años, entiendo que ellas no necesitan cuotas. Siempre merecieron al menos tanto, y generalmente más que ellos. Y las que destacaban, nunca las quisieron
Germán Larriba
Catedrático de microbiología (jubilado)
Martes, 31 de diciembre 2024, 07:53
Como un animal más, el homo sapiens ha conservado comportamientos reproductivos de sus ancestros lejanos. Pero en nuestra especie, el instinto reproductivo básico debió verse ... profundamente influenciado por la aparición de sociedades culturales, primero cazadores y recolectores y, más recientemente, agrícolas, y científico-tecnológicas. Una nueva presión de selección, la presión cultural, se superpuso a la hasta entonces predominante presión biológica. A lo largo de su historia, las sociedades humanas han tenido que intervenir más o menos explícitamente para regular las relaciones y conflictos sexuales (de intereses), que se han visto así modelados por la cultura y las normas derivadas. Al extenderse más allá de la simple biología reproductiva, los conflictos son regulados por unas normas que definen las conductas socialmente aceptables y virtuosas, incluyendo los papeles de cada sexo en la sociedad, división de trabajo fuera y dentro del matrimonio, etc. En su conjunto, estas normas son la expresión literal de la ideología dominante y pueden incluso imponer una determinada jerarquía (o ausencia de jerarquía) entre la gente en base al sexo, real o incluso autopercibido. Aunque variadas y pronas al cambio evolutivo, las ideologías no han podido hasta ahora (y, sin duda, tardarán en hacerlo, si ello fuera posible) desembarazarse completamente de la condición biológica de su creador humano. La asimetría existente entre la biología reproductiva del macho y de la hembra y la percepción que tienen los sapiens sobre su conciencia y su futuro hacen que los primeros tengan mayor interés en el control de la reproducción que las segundas, que se saben con certeza madres de su prole. Surge así, la vigilancia del compañero, el acceso exclusivo al otro miembro de la pareja, impidiendo que interactúe con otras parejas potenciales, Lo que ha favorecido la predominancia de sociedades patriarcales que, curiosamente, han copiado los modelos reproductivos de las especies animales, dependiendo de la cultura particular que los establece.
Lamentablemente, a lo largo de su historia y muy a pesar de su auto-otorgado apellido (sapiens, ¡quién lo diría!), los humanos han dictado normas que han retorcido los conflictos sexuales para justificar y amplificar la dominancia de los hombres sobre las mujeres, hasta el punto de abusar de ellas en múltiples ocasiones. Las desigualdades creadas al efecto, así como el apartheid al que se han visto sometidas algunas formas de percibir la sexualidad, han sido respondidos en la sociedad moderna por corrientes culturales diversas, en forma de ideología feminista o de las más recientes ideologías de género. La ideología feminista es heterogénea y presenta múltiples versiones, desde las que pretenden instaurar derechos arrebatados y eliminar las desigualdades basadas en el sexo (sea biológico o percibido) para llegar a un estado de ausencia de jerarquías, hasta las que proponen la jerarquía inversa, expresada explícitamente en la exigencia de privilegios especiales en compensación o desagravio, creo entender, a las agresiones o sometimientos sufridos en el pasado por sus antecesoras. Un cupo que exigen pagar sus compañeros contemporáneos. Tras ejercer docencia en la universidad durante 47 años, entiendo que ellas no necesitan cuotas. Siempre merecieron al menos tanto, y generalmente más que ellos. Y las que destacaban, nunca las quisieron. Las corrientes feministas pueden estar a favor o en contra de ciertas ideologías de género. Un ejemplo lo constituye el terfismo (terf: trans-exclusionary radical feminist), un feminismo radical trans-excluyente que trata de apartar a las mujeres trans del espacio reservado para las 'verdaderas' mujeres. Y, en congruencia con el principio de acción y reacción, el reciente movimiento 'tradwives' (esposas tradicionales) propugna el regreso al papel tradicional de la mujer en el hogar. En fin, ¡ellas son sus propias protagonistas!
Es difícil de aceptar que cualquiera de ambos sexos haya quedado inerme en la batalla evolutiva, ya que la mayoría de los genes de la especie fluye a través de los cuerpos de hombres y mujeres. Muy al contrario, parece más lícito suponer, especialmente para un biólogo evolucionista, que la presión de selección impuesta por la mayor fuerza física de los hombres creó en las mujeres actitudes específicas tendentes a equilibrar la balanza, entre otras una mayor sofisticación, sensibilidad y capacidad de manipulación, a juzgar por los relatos literarios y cinematográficos. Actitudes que a lo largo de las generaciones han quedado ligadas al sexo, y que, sin duda, la evolución cultural, actuando en el mismo sentido que la biológica y reforzándola, ha potenciado a medida que persistían o se hacían más intensas las normas patriarcales que las postergaban. Sea esta teoría acertada o no, podría justificar que los hombres hayan percibido a las mujeres como seres difíciles de entender, mientras a ellas parece resultarles natural entenderles a ellos.
Resulta llamativo que algunos hombres se muestren más beligerantes que las propias interesadas en la defensa de los derechos de la mujer. Este exceso de celo en la defensa del sexo complementario invita a mirarlo con desconfianza y, de hecho, es contemplado por la teoría del gen egoísta de Richard Dawkins. Se trata de adquirir ciertas ventajas egoístas a través de un comportamiento aparentemente altruista. La lujuriosa vida sexual de los 'ultrafeministas' Ábalos, Tito Berni, o del ardoroso Errejón, que a buen seguro despertaría la envidia de los machistas más acérrimos o atemperaría a las manadas más abyectas, no compagina bien con sus prédicas en el Congreso o los medios. Solo que, para equipararse a estos campeones del cinismo, muy abundantes entre la 'izquierda caviar' tal como estamos comprobando, hay que poseer mucha jeta', un fenotipo poco deseable pero que nuestra sociedad ha convertido en un factor crucial de éxito. La inmensa mayoría de los hombres ama y, cuando es necesario, protege a las mujeres sin las rimbombancias ni los espectáculos con que suelen adornarse estos farsantes. Es así mismo contraria a conductas agresivas, maltratos o violaciones a mujeres y propone prevenirlas y castigarlas severamente en función de su gravedad. Y desea leyes que resuelvan más eficazmente los problemas reales en lugar de parasitar los cerebros con memes y ficciones interesadas convenientemente amplificadas por asociaciones y medios a sueldo.
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