La gesta narrativa de Mariano Rajoy
APENAS TINTA ·
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Como seguramente saben, en los últimos días la Audiencia Nacional ha puesto en el primer plano de la actualidad a Luis Bárcenas, a quien ha condenado a dos años de prisión por haber pagado las obras de la sede de Génova con fondos de su ' ... contabilidad B' y, por tanto, con dinero que escapaba al control de Hacienda y del Tribunal de Cuentas. El PP también ha sido condenado como responsable civil y deberá pagar más de 120.000 euros. Cada vez que Bárcenas sale en los periódicos me acuerdo de Mariano Rajoy y del célebre mensaje que le mandó al destaparse la trama –¿recuerdan?: «Luis. Lo entiendo. Sé fuerte»– y me pongo a pensar si Augusto Monterroso hubiera sentido envidia del entonces presidente del Gobierno precisamente por ese mensaje.
Y es que a Monterroso, premio Príncipe de Asturias de las Letras en el año 2000, se le considera quizás el cuentista mejor dotado para la concisión. Este escritor es famoso hasta lo popular no por el conjunto de su obra, trabajada hasta la extenuación para lograr la complejidad de lo sencillo; tampoco por su vasta cultura, ni por su finísima ironía, ni por sus textos profundamente renovadores, sino porque es el autor de lo que se ha dado en llamar 'el cuento más corto del mundo', una cumbre de la esencia literaria. Me refiero a ese cuento de siete palabras que conoce todo el mundo: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Imagino que a un escritor como él, que respetaba tanto la literatura que de adolescente sentía vergüenza de que alguien le notara en la cara que no había leído a los clásicos, debían de llevarle los demonios eso de que su cuento de siete palabras hubiera encontrado acomodo, antes que en la historia del cuento corto, que es donde debería figurar, en el libro Guinness de los récords y en la mente de columnistas y tertulianos perezosos que han convertido la historia del dinosaurio en un lugar común cuando quieren referirse a cosas que duran mucho.
Ni que decir tiene que eso de pensar si Monterroso iba a sentir envidia o no de Rajoy es nada más que un juego que nunca se resolverá porque el escritor guatemalteco murió en 2003, diez años antes del mensaje de Rajoy a Bárcenas, pero siempre me gusta pensar que, de haberlo conocido, Monterroso lo hubiera celebrado y no solo por librar su nombre de que lo metieran en fútiles torneos sobre el número de palabras de los cuentos, sino porque, en realidad, Rajoy con su «Luis. Lo entiendo. Sé fuerte» logró meter en solo cinco palabras mucho más que él en siete. Al fin y al cabo, lo suyo y el dinosaurio solo es una puerta de la imaginación que parte de lo pelma que era Camilo José Cela cuando daba un discurso, que hasta dormía a la concurrencia (ese es el origen real del cuento y Cela es el dinosaurio), mientras que Rajoy había logrado en su mensaje a Bárcenas completar un tratado de la política considerada como un atajo para hacer negocios, dictar un código inmoral completo y hasta firmar un reconocimiento de compartida hermandad de la culpa. Una gesta narrativa imbatible con solo cinco palabras. Tal vez ni siquiera al alcance de todo un Augusto Monterroso.
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