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Espero que el Libro de Estilo de Vocento, por el que se guía este periódico, no me haga escribir algún día 'todos y todas'. Ni tampoco, como ya incluye el Libro de Estilo del diario 'El País', 'caba', 'sargenta' o 'soldada'. Espero que no me ... obligue a hacerlo porque no lo haré. Y si alguien me pusiera en la tesitura de escribir 'caba' o no escribir pediría a un juez que amparara mi derecho, que creo tener, a que en textos firmados por mí se publicara, por ejemplo, «La cabo García, del cuartel de Bótoa» en vez de «La 'caba' García, del cuartel de Bótoa». Cuando era director de 'El Periódico Extremadura', en la Redacción teníamos cuidado de que la canciller Merkel no apareciera como la 'cancillera' Merkel. El Libro de Estilo de 'El Periódico de Catalunya', por el que se regían los del Grupo Zeta y que era el que nos servía la información internacional, determinaba que a la canciller Merkel había que llamarla 'cancillera'. Yo quería evitar 'cancillera' para que cuando los lectores del 'Extremadura' leyeran cualquier información sobre Merkel no se la representaran en su cabeza abriendo o cerrando cancillas y en medio del campo (la RAE denomina cancillera «cuneta o canal de desagüe en las lindes de las tierras labrantías»).
El caso es que me causa tristeza que un diario tan señero como 'El País' haya caído en el error de considerar que la igualdad entre hombres y mujeres tiene que ver con sustituir en algunas palabras la o final por la a. Llamar 'caba' a la cabo no ayuda en la pelea contra su discriminación; al contrario, distrae del objetivo y muchos encontrarán en su empleo la ocasión propicia para absolverse a sí mismos. Como hacen los que empiezan un discurso dirigiéndose a 'todos y todas' y a partir de ahí, salvados ya de ser considerados machistas, se olvidan de desdoblar el masculino y el femenino en cuantas veces, para ser coherentes, deberían hacerlo.
Llamar 'caba' a la cabo no ayuda en la pelea contra la discriminación, pero obligar a su empleo es una imposición. El idioma es selección natural: solo sobreviven las palabras necesarias, y 'caba' no existe porque no es necesaria, como no existe 'todos y todas'. No son necesarias y por eso tratan de encontrar en la imposición lo que no consiguen en el campo de la competencia y del uso natural por el hablante, en el campo donde las palabras significan. No sé si los impulsores del lenguaje inclusivo han reparado en que una de las razones por las cuales irrita tanto es porque quiere abrirle paso a palabras impostoras por el método del ordeno y mando. ¡Claro que hay machismo en el idioma! Es el reflejo mental dominante de los hablantes. Pero querer acabar con él modificando las palabras a machamartillo es como si yo quisiera acabar con mi fealdad modificando la ley de los espejos: podría lograrlo, pero sería un engaño. Este error es particularmente triste si los que caemos en él somos periodistas que, con independencia de nuestras creencias religiosas, políticas o de cualquier otra índole, deberíamos profesar la inexcusable religión de la Gramática. Vivimos del idioma. Deberíamos estar comprometidos con respetarlo.
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