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Hasta siempre, Mérida

Hasta siempre, Mérida

Gracias a todos, la familia Fernández Martínez no os va a olvidar nunca y estará siempre agradecida por hacernos sentir uno de vosotros

Guillermo Fernández Vara

Viernes, 14 de julio 2023, 21:26

En el verano de2007, una familia extremeña se trasladó a vivir a Mérida. La familia Fernández Martínez. Mi mujer, María Luisa; mi hija, Teresa, con 16 años; mi hijo, Guillermo, con 13 años, y yo, recién elegido presidente. Podríamos haber seguido viviendo en nuestra casa de Olivenza, como hicimos en los años en que fui consejero de Bienestar Social y de Sanidad y Consumo, pero mi maestro, y muchas cosas más, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, me había enseñado que lograr la identidad como autonomía lo había hecho necesario en su caso. Y me marcó el camino.

Y empezó una nueva vida, primero en José Fernández López, luego en Félix Valverde Lillo y de vuelta a la presidencia del río, como le hemos llamado estos años.

Los que hayan vivido mudanzas con hijos adolescentes saben que no resulta fácil. Mis hijos cambiaron su casa de pueblo al lado de sus tíos y sus abuelos, por un piso grande pero que no tenía timbre en la puerta sino policías, y sus amigos no querían venir a casa.

Mi mujer y yo iniciamos una nueva etapa en la que temíamos que íbamos a estar muy solos. El poder suele dejar más interesados que amigos. Pero no fue así.

Nos encontramos con Mérida. Una ciudad con 2.000 años para una familia con 18. Y quiero decirle gracias Mérida.

Gracias a los profesores y a todos los trabajadores del Instituto Santa Eulalia. Ellos fueron los que hicieron que mis hijos se sintieran muy pronto en casa, a pesar de que los dos tuvieron que cambiar de colegio e instituto en mitad de un ciclo.

Gracias al Club Emérita y al equipo de rugby de los Gladiadores, por ayudarlos a crecer por dentro mientras crecían por fuera.

Gracias a Marcos, trabajador de la limpieza del Ayuntamiento por las calles del centro. Nos encontramos muchos días hablando de nuestras vidas.

Y a los taxistas por aquellos momentos en los que ellos necesitaban hablar en la parada conmigo y yo con ellos.

Gracias a Willy, mi peluquero, por pelarme y por dejarme compartir confidencias.

Gracias a Alberto, por su kiosco de periódicos en tiempos de internet. Y a la familia Santano por hacer de su farmacia un lugar entrañable.

Gracias al Carrefour de San Salvador, a Paco y Mari Carmen y todos los suyos, y al Alsara de la calle Antonio Pacheco.

Gracias a Enzo y a sus padres, nuestros vecinos de la calle Muza por aquellas tardes a las ocho durante la pandemia y a todos nuestros vecinos que han sido siempre tan amables.

Y mil gracias a Nina y a Manolo, a Santi y Ángela, a Esteban y Ana y a todos los demás que nos aceptaron en sus vidas.

Gracias a Paquito por sus voces y sus besos en la Plaza de España.

Gracias a la Semana Santa por poder vivir tamaña experiencia a un capataz de paso con diez trienios a sus espaldas. Gracias a Rafa Angulo por no olvidarse nunca de mí.

Gracias a los Carnavales, a Emérita Lúdica, al Festival de Teatro Clásico.

Gracias a Antonio y a Paco, los curas de Santa María y del Calvario, por ser la conexión con mi fe.

Gracias Marisa Prudencio por haberme enseñado tanto.

Gracias a Rafa y a Magdalena, 'El Alfarero', por tantos buenos ratos compartidos en su casa.

Gracias a toda la familia de 'El Yate' por habernos querido tanto, al 'A de Arco', testigo de tantos años de trabajo con gente de todo el mundo y a todos los demás que hacen de Mérida una ciudad tan divertida.

Gracias a todas las tiendas y comercios de la ciudad de parte de toda mi familia.

Gracias a todos los policías que me han protegido en este tiempo, en casa y en el trabajo. No cito a nadie porque son demasiados y algunos ya no están.

Gracias a todos los que han formado parte de mi equipo. Sus nombres los tengo grabados en mi corazón.

Gracias infinitas a todos los empleados públicos, a sus representantes sindicales, a las empresas familiares y sus trabajadores, al Cermi y a todo el tercer sector, a las organizaciones agrarias, a los colegios profesionales, a las fundaciones y a todos los que hayan tenido un sueño en estos años que hemos compartido.

Gracias a los trabajadores de los medios de comunicación. Fue un honor y un placer respetar vuestra libertad por encima de todo.

Quiero agradecer a los conductores, a quienes han hecho conmigo los 3,2 millones de kilómetros, 2.600 vueltas completas al perímetro de Extremadura, por traerme hasta aquí sano y salvo.

Gracias a los compañeros y compañeras del PSOE de Mérida, por haber respetado siempre mi intimidad y dado la cobertura cuando la necesitaba.

Gracias a todos, la familia que llegó a Mérida no os va a olvidar nunca y estará siempre agradecida por hacernos sentir uno de vosotros.

Prometo venir cada 10 de diciembre mientras la vida me lo permita para estar con la Mártir y con sus nieblas. Y con Luis Valiente.

Gracias a Antonio Vélez, Pedro Acedo, Ángel Calle y a Antonio Osuna porque contribuyeron con su respeto a que la Presidencia fuera un hogar para quien ostentó la misma.

Gracias a todos los que se manifestaron delante de la Presidencia o de la vivienda del presidente. Creo que eso nos hizo aprender a todos.

Gracias, por fin, a todos los que consideran que les ayudé y a todos los que decepcioné.

María Luisa y yo iniciamos una nueva etapa en Badajoz. No me hubiera importado hacerla en la calle Calero de Cáceres, ni en Plasencia, allí donde la historia nos demostró el tránsito.

Llega la hora de decir adiós con gratitud y cariño. Nunca os olvidaremos.

Pero ahora hay una razón de mucho peso. Los adolescentes que llegaron en 2007 a Mérida han volado, pero en su vuelo han traído dos regalos de la vida de 3 y 2 años, que vinieron al mundo en mitad de la pandemia. Ahora nos podrán tener más cerca.

He dedicado la vida a que los niños que nacieron el mismo día que ellas puedan tener las mismas oportunidades sin importar el color de la cuna.

Hasta siempre, Mérida.

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