Firma del último acuerdo sobre pensiones el pasado jueves en la Moncloa. HOY

El guirigay de las pensiones

La jubilación de los hijos del baby boom vuelve a sembrar de incertidumbre y mensajes confusos el futuro del sistema

Pablo Calvo

Cáceres

Domingo, 4 de julio 2021, 07:41

Hasta no hace mucho, en este país se ganaban las elecciones garantizando las pensiones. O eso se decía. Los pensionistas se antojaban como una ... masa uniforme cuyo voto se obtenía presuntamente con una simple frase de cinco palabras que ni siquiera implicaba una promesa de mejora en sus vidas. Se decía 'vamos a mantener las pensiones', y se obraba el milagro. Probablemente, no era del todo así y ese planteamiento, aunque tuviera su base, implicaba también un desprecio a la lucidez de los jubilados, pero hemos llegado a un punto en que casi se echan de menos enunciados tan simples como los de antes sobre todo lo que tenga que ver con el pago de la pensión.

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Por el contrario, el asunto se ha convertido, de un tiempo para acá, en un guirigay de mensajes contradictorios, globos sondas, amenazas, rectificaciones y promesas confusas, que mantienen a los ciudadanos en una situación de alerta constante sobre cómo será su futuro cuando le toque salir del mercado laboral.

En este país, tan pronto se traslada machaconamente que todo currito debe contratar un plan de jubilación, a mayor beneficio de las entidades bancarias, no vaya a ser que quiera vivir de lo que ha cotizado toda su vida, como que se rebajan o se anuncia la eliminación de las desgravaciones que ejercían de gancho del producto. Por no hablar de que convivimos en una sociedad con prejubilaciones de personas en plenas facultades que no llegan a los 55 años, con el alargue continuo de la edad legal de jubilación para otros, que además reciben del poder el reproche implícito de que abandonar la actividad laboral a los 65 años es casi sinónimo de holgazanería porque la esperanza de vida ya es mucho mayor que antes.

El propio ministro José Luis Escrivá reconocía haber incumplido la máxima «que dice que hay que transmitir certidumbre a los pensionistas, en lugar de hablar de algo que todavía está por definir». Su mea culpa se debe a que el mismo día que se firmaba un nuevo acuerdo sobre pensiones, abría otro frente de controversia (el recorte que se les va a aplicar a los hijos del baby boom), del que se desdijo en 24 horas. ¿Es esto serio? Si en lugar de hablar de las pensiones estuviéramos haciéndolo de cómo va a ser la Liga la temporada que viene, ya acabaríamos muy hartos de estos vaivenes, con el agravante, claro está, de que todo esto no va de un partido de fútbol.

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A Escrivá el jueves pasado le pudo su alma de técnico y expuso lo que realmente está pensando: el cuello de botella que va a suponer para el sistema en muy poco tiempo el pagar las pensiones a las generaciones nacidas entre mediados de los años cincuenta y setenta del pasado siglo, las más numerosas. El problema de la sostenibilidad del sistema no solo es real, sino muy grave, pero por esta misma razón se requiere un marco adecuado de planificación que invite también a la confianza. Y eso debe empezar por los propios mensajes que se trasladan a la ciudadanía.

Hace 25 años se alcanzó un Pacto de Toledo que marcó el terreno de juego en el que se debían desenvolver los partidos para garantizar las pensiones. Hoy, ese consenso no existe entre las principales formaciones políticas, y tampoco parece claro que exista en el seno del propio Gobierno, dividido entre distintas sensibilidades y escuelas en materia económica.

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El resultado es que, aunque los pensionistas han salido de la crisis mucho mejor, por ejemplo, que los jóvenes, envueltos en la precariedad continua, se mantiene al trabajador en la confusión permanente sobre qué día se va a jubilar y cuánto le va a quedar para vivir. 'Sabemos' cómo va a ser la España de 2050, pero no cómo van a estar los españoles jubilados que lleguen para entonces, ni siquiera los que en los próximos años alcancen la edad de los 65. O los 67. O los que sean.

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