¿Te gusta conducir?

Hay preguntas con trampa que dan mucho cuartelillo. El otro día, sin ir más lejos, un pacense de pura cepa, nacido y criado en estos lares, me preguntó si me gustaba Badajoz, pues «ya llevas unos añitos viviendo aquí», a lo que contesté que es ... una ciudad mediana y manejable por la que te puedes desplazar a pie sin desfallecer, relativamente limpia, con una estructura urbana incomprensible, un parque a la vera del Guadiana envidiable y una muralla que aguantaría, sin duda, otro asedio como Dios manda, pero no a los vándalos contemporáneos. Obviamente, la respuesta no le convenció o no le gusto porque nada dijo al respecto, aunque me confió que a él, como en el anuncio, le gusta conducir si, al bajar la ventanilla, puede sacar el brazo sin temor a que un motorista ninja le rebane el brazo a la altura del codo. «Hombre», le dije, «si apura el ninja una mijina, lo mismo llega al cuello y adiós cabeza y adiós sensaciones placenteras en la conducción del utilitario en cuestión». «Hay tantos factores a tener en cuenta», me señaló el hombre en un tono entre enigmático y sardónico, «está la velocidad de aceleración de ambos vehículos, el estado del firme, la velocidad y sentido del viento, tantos factores, oye». Como el diálogo prometía, decidí meterle una marcha más y le pregunté si le gustaba su ciudad. «Cómo no me va a gustar. Aquí lo tengo todo: familia, trabajo, hijos». Le dije que los hijos son familia también. «Sí, sí, pero, preferiblemente, en días alternos. Lo de los días alternos lo digo porque todos los días sería un suplicio». Le aseguré, en confianza, que lo entendía perfectamente, e insistí en preguntarle qué era lo que más le gustaba de Badajoz. «El carácter dicharachero de mis paisanos y su ubicación privilegiada, pues estamos a dos pasos de Portugal. Esto lo diría si me entrevistase Canal Extremadura o la Ana Rosa. Como no es el caso, te digo que, como una ciudad no es ni un cruasán ni una bandera, va por días, y hoy, como diría Bartleby, preferiría no hacerlo».