Leo un informe que dice que los ciudadanos estamos hartos de malas noticias. Y comparto la hartura. ¿Quién no? Tantos meses con las páginas de los periódicos dedicadas a contar las tragedias que ocasiona el covid nos están dejando exhaustos. Necesitamos buenas noticias ... que nos levanten un poco el ánimo y nos convenzan de que la pandemia pasará.
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En Extremadura esas buenas noticias que anhelamos todos han venido esta semana en forma de proyectos industriales. El anuncio de construcción de sendas factorías, una en Cáceres y otra en Badajoz, ligadas a la fabricación de componentes para las baterías de litio, es la mejor noticia que podíamos dar. Y ojalá todo salga como los promotores han previsto. La inversión es tan grande (se ha hablado de mil millones de euros) que cuesta imaginar lo que podría suponer para Extremadura si finalmente se materializa.
El hecho de que este proyecto no entre en competencia con el anunciado la semana anterior en Martorell por la ministra Maroto, y por el que están compitiendo ferozmente varias comunidades autónomas, es bueno para Extremadura. Todos sentíamos el temor de que si había una puja entre regiones para alojar esa gran fábrica de baterías impulsada por la Unión Europea era difícil ganar; la tradición industrial y el peso político y económico favorecen a las autonomías del noreste español y perjudican a las que, como Extremadura se quedaron atrás en todas las revoluciones industriales previas. La revolución del litio es la oportunidad que no se puede dejar escapar.
Este proyecto, y otros que se están gestando, es quizá la última oportunidad para que Extremadura rompa con el nuevo ciclo de emigración que se abrió a raíz de la crisis de 2008 y que se ve agravada con la actual crisis sanitaria. O se logra ahora generar una actividad económica suficiente para retener a los jóvenes, o caeremos de bruces en una etapa de declive económico y social imparable. Extremadura no se «cerrará· de repente, de la noche a la mañana, pero sí languidecerá y, en una década tendremos más pensionistas y más escuelas vacías. Esa sí que es una curva peligrosa y difícil de revertir. Salvo que contemos con proyectos industriales capaces de retener a la población joven y hasta de atraer la de fuera.
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Quedan muchos pasos que dar para que esos proyectos se conviertan en realidad. Y cuesta confiar en que todo va a salir bien. Por fortuna en este caso no ha habido peleas entre instituciones de distinto signo político que pudieran entorpecer la operación. La Junta de Extremadura y el Ayuntamiento de Badajoz han colaborado para facilitar el proyecto y no es de esperar que vaya a romperse esa sintonía.
Las buenas noticias no son noticia, según un feliz dicho periodístico, americano, como es sabido :'good news, no news' . Pero en este año aciago en que los periodistas hemos dado tantas malas noticias, estamos dándolas todavía, las buenas noticias, por lo raras, empiezan a serlo. No solo porque las necesitamos para sobrevivir, sino porque los seres humanos necesitamos creer que las desgracias, las particulares y las colectivas, como una pandemia, tienen un fin. La pandemia no ha acabado y seguirá sirviéndonos muy malas noticias, pero el proyecto anunciado esta semana en Extremadura nos da un respiro.
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