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Hace unas semanas las redes sociales se inundaban con un vídeo donde aparecía un niño llamado Izan que ese mismo día cumplía 11 años. Protagonista ... en contra de su voluntad, aparecía sentado él solo, tratando de hacer caso omiso al resto de los allí presentes, que no eran otros que sus compañeros del campamento de verano. Estos transformaron la letra del 'Cumpleaños feliz', sustituyéndola por 'perlas' como: gordo, foca monje, etc. El vídeo en cuestión fue grabado por uno de esos 'compañeros' y antes de que él o el resto de presentes lo difundiera, lo hizo el propio hermano de Izan.
¿Por qué lo hizo? Para tratar de denunciar públicamente lo ocurrido e impulsado por las palabras de su hermano cuando volvió a casa tras este suceso: «Esta vida es una mierda y no quiero vivir más».
Cuatro son los años que lleva Izan sufriendo acoso. Y la realidad nos dice que el suicidio por bullying existe, ocurre y es real. Y si no que se lo pregunten a cualquiera de las miles de familias rotas que existen en la sociedad. Lo que me ha llevado a escribir esto fueron las palabras de una influencer española con más de 2 millones de seguidores, que compartió el vídeo con las siguientes palabras: «Vergüenza y asco y me da igual que me digáis que son niños, saben perfectamente lo que hacen. Espero que los padres vean el vídeo y manden a sus hijos a terapia».
Sirvan estas palabras de a continuación como respuesta a esta influencer y a todas aquellas personas que consideren que la responsabilidad está en los niños. Me gustaría que invitaran a la reflexión a todos los padres y madres, tomando como punto de partida que todas las personas cometemos errores o hacemos cosas que hay que corregir o mejorar. Esto ocurre en todo: trabajos, relaciones, y, por supuesto, en la paternidad y en la maternidad. Y en esto último, muchas veces confiamos solo en la ganas de tener un hijo, sin disponer de ninguna información sobre aquello que es bueno, sobre cómo funciona el cerebro en la infancia, qué necesitan en cada etapa, sin llegar a rechazar antiguas creencias y sistemas de crianza obsoletos y nada respetuosos con la infancia.
Mi entrenadora en disciplina positiva, Marisa Moya, nos lo dijo así de claro el primer día de taller: «Gírense ustedes el foco apuntado a sí mismas y busquen ahí la responsabilidad». Esto viene a decir que cuando observemos algún comportamiento en los niños, en primer lugar y ya que somos nosotros los adultos, nos hagamos preguntas de: ¿para qué mi hijo hará esto? ¿tendré yo comportamientos así y lo ha observado en mí? ¿de qué forma enseño los valores importantes de la vida? ¿estoy usando alguna forma de violencia, ya sea verbal o física? ¿soy permisivo?
Solo de esta manera podremos actuar en consecuencia, cambiar aquello que necesitemos en nuestra forma de educar y, por supuesto, dar un paso en la sociedad.
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