Sigue creciendo la participación en la conmemoración del Día de las Escritoras, que comenzó en 2016 por iniciativa de la Biblioteca Nacional de España. Ahora que internet nos permite el acceso a la información sobre cualquier evento, resulta interesante visitar, en la página de esta ... institución, un mapamundi donde comprobamos con satisfacción cómo aumentan los puntos que señalan los lugares donde se celebran actividades con mujeres escritoras como protagonistas. Los puntos son ya tantos que el mapa muestra manchas de color violeta que se extienden por España, los países europeos de nuestro entorno y muchas zonas de la América de habla hispana.
También Extremadura se suma a las celebraciones en muchas bibliotecas, centros educativos y asociaciones culturales. Entre las actividades, durante toda la semana se han programado charlas-coloquio en la Biblioteca de Extremadura, así como en las Bibliotecas Públicas del Estado de Mérida, Badajoz y Cáceres, con el apoyo del Plan de Fomento de la Lectura. El objetivo de estas charlas es que una autora con una trayectoria más larga dialogue con una autora novel para intercambiar impresiones sobre la experiencia creadora, las vivencias, las dificultades y lo que se espera del futuro.
Este lunes, 17 de octubre, se alcanzará la séptima edición. El Día de las Escritoras tiene lugar siempre el lunes siguiente a la celebración de Santa Teresa de Jesús, patrona de las escritoras. En esta ocasión el lema elegido es «Antes, durante y después de las guerras», temática, por desgracia, de absoluta actualidad.
La guerra de Ucrania sigue acumulando historias del horror que sufren las mujeres y la infancia cuando estalla un conflicto. Junto al éxodo de miles de mujeres de todas las edades, acompañadas de sus hijas y sus hijos, las zonas bélicas van construyendo su lacerante relato de violaciones y abusos sexuales. Esta guerra, también en este sentido, resulta tan destructiva e inclemente como todas las demás. Cuando queremos creer que los seres humanos vamos avanzando y mejorando, recibimos la tremenda bofetada de la realidad. La guerra sigue siendo la guerra y los soldados siguen cometiendo las mismas atrocidades, con la diferencia de que ahora la información se propaga con mayor rapidez, las imágenes se difunden y se escuchan las voces de las víctimas relatando unos detalles que resultan cada vez más insoportables. Porque cuesta sobrellevar la idea de esas veinticinco niñas y adolescentes, de entre 14 y 11 años, encerradas en un sótano de Bucha y violadas una y otra vez por soldados rusos. Porque nos horroriza pensar cómo serán sus vidas de aquí en adelante, incluso si consiguen sobrevivir, especialmente la de las nueve que quedaron embarazadas. Aunque hasta ahora las mujeres pocas veces han tenido protagonismo en las páginas de la historia ni sus nombres se han asociado a gestas de ningún tipo, han sido y siguen siendo víctimas y moneda de cambio cada vez que un conflicto estalla en cualquier región del planeta. Muchas escritoras están empeñadas en dar visibilidad a estas situaciones, aunque no siempre consiguen que estos temas interesen.
Miro la cara joven y hermosa de Mahsa Amini, muerta a los 22 años, víctima de la estupidez y la intransigencia. Al parecer llevaba el velo mal puesto y fue detenida por la Policía de la Moral iraní. Todo apunta a que en comisaría recibió una paliza de tal magnitud que le provocó la muerte. Pese a que las autoridades quisieron desmentir la acusación, difundiendo un vídeo en el que Mahsa aparentemente se desplomaba por causas naturales, la sociedad iraní no se ha calmado esta vez. La indignación circuló por las redes sociales con una fuerza impensable en otras épocas, en las que los gobiernos controlaban todas las fuentes de información. Precisamente hoy se cumple un mes de estos hechos, un breve espacio de tiempo en el que la sociedad de Irán ha cambiado a toda velocidad y desafía a las autoridades que quieren imponer su ortodoxia trasnochada. Muchas mujeres, acompañadas por muchos hombres, han tomado las calles y, juntos, desafían al régimen autoritario bajo el que todos malviven como pueden. En estas semanas hemos podido ver a estudiantes de todo el país quemando los velos y gritando que exigen tener libertad. En vídeos que se han hecho virales, las jóvenes se cortan el cabello, esa parte de su cuerpo que una versión delirante de la religión les prohíbe mostrar, y se lo arrojan a sus inquisidores. El gesto, convertido ya en un símbolo de lucha, es apoyado y emulado por millones de mujeres relevantes y anónimas en todo el mundo.
Una luz tenue de esperanza se enciende cuando un programa informativo, en horario de máxima audiencia, dedica sus preciados minutos a contar la historia de una niña afgana de 13 años, indignada frente a su padre porque este quiere venderla a un hombre para saldar una deuda. El padre explica, con voz entrecortada, que debe una cantidad de dinero a la que no puede hacer frente con su escaso salario. La niña, a su lado, se expresa con contundencia y declara que no quiere ser vendida para casarse con un hombre mucho mayor que ella al que no conoce.
Necesitamos que estas historias de mujeres sean recogidas, difundidas y escuchadas. Necesitamos que interesen e importen. Si se consigue, habrá esperanza.