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Huérfanos de Ángela
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LA potente imagen dio la vuelta al mundo y seguro que ustedes, lectores, la recuerdan: Ángela Merkel, de pie, encarada a un Donald Trump sentado en medio de una reunión de la cumbre del G7. Junto a Merkel, el japonés Abe y el francés ... Macron, ejerciendo de actores secundarios en la escena que enfrentaba a la canciller alemana con el presidente americano. No había duda de quién mandaba en ese grupo y quién le plantaba cara a Trump.
Pero Merkel se ha retirado y la izquierda y la derecha europeas notan ya el vacío. No es necesario remarcar que en Europa no se ve por ningún lado, ni en el norte ni en el sur, ningún político capaz de ejercer un liderazgo tan sólido como el de la canciller alemana.
Cualquiera ve que Ángela Merkel es lo opuesto a los líderes que se llevan hoy. Aparenta preocuparse lo justo por su aspecto físico; es discreta y austera. Todo lo contrario a esos gobernantes pagados de sí mismos que pierden el tiempo en una fatigosa competición de egos, dedicados a exhibir sus vistosas plumas más que a solucionar problemas. Merkel no necesitaba insultar al adversario (como hacen a diario los políticos españoles) para conseguir votos; prefería pactar con sus oponentes.
A Merkel se le criticó, y muy duramente, que su concepción luterana del esfuerzo le llevase a apoyar con demasiado entusiasmo a 'los hombres de negro' que aplicaron los recortes y la disciplina en Grecia o Portugal durante lo más duro de la crisis de 2008. Sin embargo, poco después su imagen de dureza se quebró cuando abrió Alemania a los refugiados que huían por miles de la guerra de Siria. Ningún país fue tan generoso. Perdió votos, porque acoger refugiados no es popular, pero no pareció importarle. Siguió los principios que parecen haberle guiado siempre en política. Se podría definir como la antilíder en estos tiempos en que el oportunismo parece guiar a tantos gobernantes. A la postre, eso es capacidad de liderazgo: principios claros, coraje para defenderlos y capacidad para convencer a la sociedad de que se está haciendo lo correcto. Nada que ver con los políticos que gobiernan a golpe de sondeo porque les aterroriza contrariar al 'pueblo'.
No es extraño que, retirada Merkel, Europa se sienta huérfana. Se busca un líder, alguien que no gobierne solo para halagar al electorado, sino que tenga a la UE en la cabeza y sea capaz de marcar un rumbo firme. Un político que no mendigue una reunión con el presidente americano para hacerse una foto sino que tenga autoridad suficiente como para hablarle de tú a tú a Trump o a Biden. Y esa figura no se ve por ningún lado.
El Reino Unido se marchó de la UE y está enredado en sus problemas post Brexit, gobernado por un populista peligroso; el francés Macron no acaba de tener el suficiente peso político para ejercer el liderazgo europeo y el nuevo canciller alemán está por descubrir. La marcha de Merkel se produce además en un momento en que Europa necesita un proyecto claro. Al Brexit le ha seguido el alejamiento de Estados Unidos, que busca otras alianzas en el Pacífico, y la UE de los 27 tiene pendiente definir su camino, qué quiere ser dentro de diez, veinte o cincuenta años. Tiene que combatir los nacionalismos y garantizar que Europa siga siendo el espacio de libertad y bienestar que ha sido en los últimos 70 años.
Ángela Merkel recibirá el próximo 14 de octubre en Yuste el premio Carlos V y no se me ocurre ningún otro político que se lo merezca más por su trabajo en la construcción europea. Se necesitan, probablemente muchas más Ángelas para que el proyecto europeo siga adelante.
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