Es muy posible que cuando esta sexta ola de la pandemia se haya extinguido debamos ocuparnos de otro problema que estará ahí cuando el virus se 'canse' de infectar: la inflación. Ya no es solo el precio de la luz y los carburantes lo ... que ha hecho que la subida de los precios haya superado el 6 por ciento en diciembre. Los alimentos se han sumado a ese alza y, todo ello combinado, hace que en este 2022 que acabamos de inaugurar se vea como un problema serio. No es solo un problema español, ocurre también en el resto de Europa y en Estados Unidos. Pero no sé si eso nos debe servir de consuelo. Si acaso ayudará a que el Banco Central Europeo, que es el que toma medidas de control, lo encare y actúe para atajar cuanto antes esta inflación disparada.

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Economistas y periodistas ya nos hemos encargado de destacar que estamos ante la mayor tasa de inflación en treinta años. Y quienes tengan memoria de cómo el alza continua de precios afecta a la economía serán conscientes de la gravedad del asunto. Los años 70 y 80 del siglo pasado fueron un buen ejemplo de los problemas generados por una inflación incontrolable.

'El impuesto a los pobres', denominan a la inflación. Y aunque pueda sonar demagógico es realmente así. A quienes daña la subida descontrolada de precios es a quienes tienen rentas bajas. Y en España , y no digamos en Extremadura, son mayoría. La subida de la luz, que para un profesional con un sueldo alto es una anécdota que sirve para hacer bromas, para muchas familias con los ingresos justos es un drama. Y ya hemos visto que esas subidas no son sencillas de atajar. El Gobierno lo ha intentado bajando los impuestos, pero el efecto sobre el precio de la electricidad ha sido muy limitado. Las promesas prematuras de Sánchez diciendo que a final de año íbamos a pagar menos en el recibo de la luz solo han servido para ponerle en evidencia a él y para mostrar otra evidencia: que estamos ante un asunto muy complejo en el que influyen factores geoestratégicos como los conflictos en el Magreb y en Ucrania y Rusia. Mejor no hacer promesas que no se está en disposición de cumplir.

Es obvio que la subida de los precios no solo nos hace más pobres, sino que amenaza una recuperación económica todavía tambaleante. Con el aporte de los fondos europeos, España está en una situación inmejorable para salvar la crisis provocada por el coronavirus. Pero si se mete por medio la inflación, y todo lo que esta arrastra, la salida de la depresión ya no es tan diáfana.

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¿El brote inflacionario es cosa de unos meses o nos vamos a instalar en él durante años? Ahí ya no hay acuerdo entre los economistas. En lo que sí coinciden la mayoría de los expertos es en que la subida de los precios no se puede trasladar automáticamente a los salarios porque, en ese caso, no se podría frenar. Otra razón más para atajar con firmeza la inflación. De no hacerlo, el empobrecimiento de las clases bajas y medias está asegurado. Y el malestar social es la consecuencia. Dentro de este panorama, en España contamos con un factor positivo: el reciente acuerdo sobre la reforma laboral puede evitar turbulencias sociales. No contenta a nadie del todo, como los buenos pactos, pero aporta estabilidad, que no es poco en estos tiempos de incertidumbre.

En 2022 la tarea urgente de nuestros gobernantes seguirá siendo combatir la pandemia. Pero la tarea importante deberá ser controlar la inflación; evitar que, como algunos casos de covid, se convierta en persistente.

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