
Inflación
troy Nahumko
Sábado, 11 de junio 2022, 09:20
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troy Nahumko
Sábado, 11 de junio 2022, 09:20
Después de haber trabajado en cuatro continentes, mis redes sociales parecen a veces la previsión del tiempo de la BBC. Amigos que viven en el ... sudeste asiático suelen publicar a primera hora de la mañana, mientras que mis amigos y familiares de aquí de Europa llenan mis redes durante el día. Luego, justo cuando me voy a la cama, Nueva York, Calgary y Los Ángeles empiezan a sonar. La disparidad de las diferencias horarias suele reflejarse también en el contenido. En un solo día, excompañeros en Hong Kong pueden estar lamentando la erosión de las libertades democráticas, mientras que en Yemen pueden estar hablando sin tapujos de la hambruna en curso. Y en Key West, Florida, se encuentran de nuevo preparándose para los huracanes.
Las diferencias ideológicas también pueden ser igual de dispersas. Conocidos de Estados Unidos pueden estar justificando su derecho a llevar abiertamente armas de guerra al mismo tiempo que amigos británicos publican fotos de las interminables colas en los aeropuertos que ahora tienen que sufrir tras el desastre del 'Brexit'.
Lo curioso es que entre todo este ruido y tanta disparidad ha surgido en los últimos meses un tema sorprendentemente común. Es una queja general que obvia husos horarios e ideologías.
¿Cómo se ha encarecido tanto todo?
Y aunque todos en mi muro de Facebook coinciden en que los precios han subido mucho más allá de lo que puede considerarse extraordinario, el consenso se detiene ahí.
La derecha y la izquierda pueden debatir sobre de quién es la culpa, pero la causa está clara: los beneficios de las multinacionales están en su punto más alto en 70 años.
En Polonia culpan a la ultraderecha mientras que aquí en España, Feijóo y sus acólitos parecen creer que Pedro 'el guapo' posee superpoderes para provocar este fenómeno en todo el mundo.
Pero la dolorosa verdad es que al menos el 60% de las subidas de precios que estamos sufriendo provienen de los beneficios empresariales. Lo siento Olga y Macarena, no son los impuestos.
¿Y por qué suben los precios las empresas? Sencillo, porque pueden.
La inflación global que estamos sufriendo, convenientemente escondida tras el velo de una guerra, ha sido la excusa para no solo repercutir los costes al consumidor, sino para inflar los precios y dedicarse a la franca especulación.
¿Cómo es posible? Fácil. Mientras que personajes como la exministra Fátima Báñez se unen a la lista cada vez mayor de políticos caducos que se unen a las filas de estas enormes multinacionales, nuestras economías se ven obligadas a depender de un número cada vez menor de gigantes corporativos con poder para subir los precios.
Si los mercados fueran realmente competitivos, las empresas se verían obligadas a mantener sus precios bajos para evitar que sus competidores les arrebaten clientes, ¿no? Pero a medida que los bancos y estas enormes empresas se fusionan en conglomerados cada vez más grandes, ¿dónde está esa verdadera competencia?
Llámenlo extrema izquierda, llámenlo extrema derecha, pero este problema estructural solo puede resolverse de una manera: con el uso agresivo de leyes antimonopolio.
Mis redes están gritando bajo el peso de este abuso, pero me pregunto... ¿alguien en la UE está escuchando?
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