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Diario de fronteras

Injusta justicia

No hace falta preguntar al buen extremeño que paga sus impuestos qué le parece que se regalen los billetes de cercanías, de los que se benefician unos pocos y pagan los de siempre

javier cruces

Viernes, 30 de septiembre 2022, 08:08

Hablemos de justicia. La historia de esta dama es controvertida, como si Bill Gates usara Iphone, como si una zapatería usara de imagen a Ghandi ... o, qué sé yo, como si un defensor de los trabajadores no declarase a su empleada. La controversia siempre ha ido de la mano de nuestra bella protagonista porque la ley no tiene por qué ser justa; es ciega. «No es justo, profe. Yo no he sido», suelen decir mis alumnos, a lo que les contesto que la cárcel está llena de inocentes.

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Hace unos años, cuando empezaba mi periplo de currante de la tiza, una antigua jefa me dijo que tenía que predominar la igualdad en nuestras aulas. Yo la corregí diciendo que la igualdad consiste en calificar a alguien a quien le falta una pierna por su pericia en los cien metros lisos con el mismo criterio que a sus bípedos compañeros, pero que la ecuanimidad se basa en ponerle una prótesis y que ya le calificase como le diese la gana. Puedo afirmar que no le gustó la corrección porque ese mismo verano ya no trabajaba allí. Al hilo de los acontecimientos de estas últimas semanas, con la entrada en vigor de la gratuidad en los cercanías de uso frecuente y demás altruismos de propaganda me acordé de una historia que me compartió un buen amigo. Contaba que, allá por los ochenta, viajó a Londres y el metro le resultó caro. No prohibitivo, pero si lo suficiente para tocarse los bolsillos y acordarse de la madre de los ingleses. Preguntó, inocente, el motivo del elevado precio y un sir muy amable le contestó: «Pagamos lo que tenemos, no es justo que alguien de Southampton tenga que pagar un tren que no utiliza». La historia se cuenta sola. No hace falta salir a la calle y preguntar al buen extremeño que paga sus impuestos qué le parece que se regalen los billetes de cercanías, de los que se benefician unos pocos y pagan los de siempre. Lo sabe Luis Landero, que ya habló de la melosa relación entre el infierno y la política. También lo descubrió nuestro presidente autonómico, que hace unos días recomendó, con delicadeza, a aquellos que nos desprecian que se introdujeran los desaires por donde se nos va el pudor. Pero no debemos temer. En lo que desayunamos, un político lleva desde las cinco de la mañana elaborando una propuesta de gratuidad en Blablacar para los meses de julio y agosto, que es cuando Extremadura se llena de gente de calidad. La justicia parece perseguirnos sin descanso para regalarnos sus bondades, pero el español corre que se las pela. Quizás, sean necesarios otros miles de años para que la venda que cubre los ojos de nuestra dama cumpla lo suyo y que, al fin, lo íntegro y lo equitativo se antepongan al clasismo disimulado.

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