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SALVADOR CALVO MUÑOZ
Miércoles, 23 de noviembre 2022, 08:13
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SALVADOR CALVO MUÑOZ
Miércoles, 23 de noviembre 2022, 08:13
Abigarrado el 'Leonardo' que nos llevó de Fiumicino a Stazione Termini. Manzoni, Leopardi, Quasimodo, Sciascia. De pronto la inmensidad, la eternidad: San Giovanni in Laterano, San Juan de Letrán. Estábamos en clase con Luigi Macanti. Había una dificultad con «ce ne», ce ne ancora tante… ... Luego, media mañana salmantina, tomábamos café en 'Los Italianos', calle Toro. Félix Murga, catedrático de Literatura, dijo: «Usted se viene el año próximo conmigo a Perugia». «¡Ah! Don Félix, ya me gustaría. Me espera el ejército». Lástima. ¿Hemos sido italianos en esta vida? ¿Y cuándo no? Hacia atrás, los legionarios romanos, Vía de la Plata arriba, nos fundaban la patria. Hispania. Hispania Nostra. Nova polis. Na polis. Napoli. Nápoles. El soldado de los tercios Miguel Cervantes paseaba por «il quartiere» y se enamoró de Silena, bellísima napolitana. Los soldados españoles en la humedad, el frío y la muerte de Flandes añoraban el cálido amor de las napolitanas. Los veranos, Giorgio Bassani, Moravia… Pavese. En los años grises (¡no tanto!) de los sesenta y setenta nos iluminó la vida el cine de Cinecitá. Gassman, Tognazzi, Manfredi, Totó… Sordi. El gran Alberto Sordi, ¿Habrase visto actorazo tal? ¿Cuándo dejaron de fascinarnos Mónica Vitti, Virna Lisi, Silvana Mangano, Rosana Podestá y Claudia Cardinale? Nunca. 'Amarcord'. Si hubo una película de nuestra juventud fue 'Amarcord'. ¿O fue 'El ladrón de bicicletas'? Me siento en una terraza de Corso Umberto, médula napolitana, y leo Il Corriere della Sera, ¿Soy o no un italiano más? Una mañana, vía San Giovanni Laterano abajo, San Clemente, y de repente: ¡Oh, Dios bendito! Il Coloseo. Se oye el rugir de la masa enfervorizada, el choque de los aceros de los gladiadores y los gritos de los mártires. César, Augusto, Nerva, Trajano. Via dei Fori Imperiali. Todo aquello pasó en estos espacios. Domus Aurea de Nerón. Constantino: «In hoc signus vinces». Hemos llegado a Roma demasiado tarde. Ha pasado la historia y nuestra vida. Podíamos haber sido romanos, y llegamos veinte siglos después. Algo queda ¿no fuimos hispanorromanos? No, no vengan con la vaina de las tres culturas. Hispanorromanos y cristianos; como aquel soldado, Cervantes, que paseaba por «il quartiere» napolitano. Hemos subido al Vómero y contemplado absortos la bahía: al fondo la mole inmensa del Vesubio y algo más allá Pompei. Para sofocar el calor y la sed nos refrescamos con una birra 'Nastro azzurro' y templamos el ánimo con una pizza en 'Da Michele'. No me extraña que nos sintamos tan bien en este batiburrillo de gentes y coches napolitanos. Lástima de esa distancia, el Mediterráneo en medio, si no estaríamos allí cada dos por tres y ellos acá continuamente. ¿Cuántos italianos en Levante? ¿Cuántos haciendo el Camino de Santiago? Hotel New Port, París, hace unos años. En vez de «bonjour» se me escapa «buongiorno». Una señora se acerca: «¿Sei italiano?». «No señora, español». «Bueno, es lo mismo: somos latinos. Estos franceses son otra cosa, ¿verdad?». Y pegamos la hebra tan lindamente en un italo-spagnolo circunstancial para sacudirnos un poco el francés pertinente. Dante, Petrarca, Boccaccio. ¿Qué sería lo que vio y vivió allí Garcilaso para traernos aquellos sonetos inmortales? Italia en la memoria… y en el corazón.
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