
De jabalíes y palomas
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ANÁLISIS ·
Cuando toca actuar contra animales que causan daños o situaciones de peligro es difícil acertar e imposible contentar a todosNo ha sido una buena semana para el gobierno municipal de Cáceres, que entre las muchas banderas que ondea tiene la del respeto al bienestar ... de los animales. Pero a veces la realidad se impone, toca decidir entre lo malo y lo peor y algunas cosas pueden salir al revés, o al menos no como se planearon. Estoy seguro de que abatir jabalíes con arcos y flechas en el parque del Príncipe es lo último que hubieran querido hacer Salaya y su equipo, pero las situaciones de riesgo que desde hace tiempo los animales vienen generando en varias zonas de la ciudad recomendaban actuar. Tras establecer un protocolo garantista con la Junta de Extremadura, se optó por recurrir a los cazadores. Era una de las posibilidades que estaban sobre la mesa. Tras la primera batida las críticas han arreciado entre el sector cacereño más concienciado con los animales, y hasta el partido PACMA ha amenazado con llevar al Ayuntamiento ante la justicia. Lo cierto es que no se han explicado bien los motivos por los que no eran viables otras medidas que no implicaran la muerte de los jabalíes, como el uso de sedantes para un posterior traslado.
Y después pasó lo de las palomas. Ya estaba anunciado y asumido que se iban a colocar jaulas para sacarlas de la parte antigua porque generan molestias y dañan el patrimonio, y también que su destino no sería nada halagüeño, puesto que la empresa que se las lleva las va a usar en el entrenamiento de los halcones que tienen en algunos aeropuertos para ahuyentar aves que puedan causar accidentes, y también para alimentar rapaces en peligro de extinción. Con lo que no contaba el Ayuntamiento era con que algunas de las palomas atrapadas iban a morirse en las propias jaulas a causa del intenso calor de estos días, que eso se iba a saber y que iba a provocar la indignación tanto de organizaciones conservacionistas como de los vecinos que desde el principio se habían opuesto a que las palomas fueran exterminadas. El viernes por la mañana el concejal José Ramón Bello dijo que bastaría con ponerles en las jaulas agua, comida y una sombra (un cartón de embalar con una piedra encima para que no se lo lleve el viento), pero a las pocas horas se vio sobrepasado por las quejas y anunció la interrupción temporal de las capturas, que se retomarán en otoño cuando las temperaturas bajen y el procedimiento se pueda llevar a cabo de una forma menos cruel.
Nunca he tenido claro a partir de qué especie los animales dejan de darnos pena. Los extremos están claros: adoramos a los perros y los protegemos como a uno más de la familia, y odiamos a las cucarachas y las matamos sin contemplaciones, pero entre medias hay toda una escala con límites difusos entre lo que ahora se llaman «seres sintientes» y el resto del reino animal. También influye, claro, la sensibilidad que tenga cada uno para estas cosas. Hasta hay quienes se dedican a matarlos por puro goce personal que intentan disfrazar de tradición o de cultura. Por eso cuando las circunstancias obligan a actuar es difícil acertar e imposible contentar a todos.
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