Hace unos días, los aficionados a la aviación celebraron el centenario del vuelo del autogiro. El artefacto, patentado por Juan de la Cierva, despegó del ... aeródromo de Cuatro Vientos, se elevó 200 metros y aterrizó en Getafe ocho minutos después, tras haber recorrido 12 kilómetros de distancia. Muchos piensan que el autogiro es el padre del helicóptero, cuando únicamente son primos hermanos. En el primero las alas rotan por la acción del viento, mientras que en el segundo están impulsadas por un motor. Desde mediados del siglo XIX se habían diseñado helicópteros cuyas alas debían moverse por medio de máquinas de vapor, pero ninguno consiguió despegar hasta 1940, 16 años después del vuelo controlado del autogiro, que marcó por tanto un hito difícil de superar.

Publicidad

Muchos piensan que el invento de Juan de la Cierva ha sido la aportación española más relevante a la historia de la aeronáutica. No saben que en esta materia los extremeños hemos dado sopas con hondas al orbe entero. Y es que, ni quito ni pongo rey, si digo que en nuestra tierra tuvo lugar el primer vuelo tripulado de la historia, nada más y nada menos que 140 años antes que el famoso autogiro. Se trata del Pez Volador de José Patiño, que el 10 de marzo de 1784 recorrió 12 leguas entre Plasencia y Coria, impulsado por dos remeros y un timonel. La capital del Jerte debía ser el Cabo Cañaveral de la época, puesto que aquí, según el jesuita Luis de la Cerda, ya había hecho sus pinitos el 'hombre pájaro', que a principios del siglo XVII se lanzó desde la torre de la catedral, atravesó volando la ciudad y cayó en picado al otro lado de las murallas. Pero lo del Pez Volador es harina de otro costal.

Existen al menos dos grabados que atestiguan el prodigio. El primero fue realizado por Jacques-Simon Chéreau, sobre un aguafuerte de Bresse, y forma parte de una serie sobre la historia de la aeronáutica que se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia. La imagen muestra el artilugio ideado por Patiño: un enorme pez metálico, con una cuchilla helicoidal en la boca y tres hombres sobre el lomo; dos de ellos reman de espaldas mientras otro dirige el vuelo aferrado al timón de cola. Varios metros por debajo, damas, caballeros y niños, asisten atónitos al formidable viaje del Pez Volador, que sobrevuela un anchísimo río Alagón, surcado por barcos y rodeado de un paisaje fantástico, con montañas imposibles y majestuosos castillos, entre los que destacan los de Plasencia y Coria.

El segundo grabado, de Whitehead, se publicó en el 'Magasin Pittoresque' de 1853 y en el 'Ilustrated Magazine of Art' de 1854, acompañando de sendos artículos sobre la historia de los aerostatos. Sin embargo, aunque la imagen mostraba el mismo artefacto sobrevolando un paisaje más sobrio, las referencias extremeñas habían desaparecido. No era casual. El ninguneo, que aún padece esta tierra, deviene cuando dejamos que la historia la escriban otros. Es nuestro deber evitarlo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Primer mes sólo 1€

Publicidad