
La teta de la loba
JACINTO J. MARABEL
Lunes, 24 de marzo 2025, 07:41
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JACINTO J. MARABEL
Lunes, 24 de marzo 2025, 07:41
El modelo del cuadragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos es el vigesimosexto presidente de los Estados Unidos. Donald Trump se mira en el espejo ... de Theodore Rooselvet, el cowboy de personalidad exuberante que jugó a sheriff del continente, rearmó el país y estableció el 'Big Stick', la política del Gran Garrote, como corolario de la doctrina Monroe, para justificar el expansionismo norteamericano. Thiel, Musk y otros chicos de Silicon Valley son sus 'Rough Riders', Groenlandia su Panamá y la guerra perpetua el camino hacia el Nobel de la Paz que tanto ansía.
Rubén Darío, que encabezó el movimiento antiimperialista de los países latinoamericanos, dedicó un poema muy duro a Rooselvet en 'Cantos de Vida y Esperanza', e incluso antes, en las postrimerías de la guerra hispano-estadounidense por el control comercial de Cuba, advirtió al mundo sobre el triunfo de Calibán, el personaje shakesperiano, materialista y amoral de 'La Tempestad', que, según el nicaragüense, encarnaban por entonces la mayor parte de los yankis. En un artículo publicado en 'El Tiempo' de Buenos Aires y más tarde en 'La Época' de Madrid, los llamaba «búfalos de dientes de plata», «colorados, pesados y groseros», «cazadores de dólar» y «aborrecedores de la sangre latina».
El manifiesto se encuentra plenamente vigente, con el imperialismo desatado, multiplicando los calibanes y la cabeza de la hidra amenazando a Europa, insultando y menospreciando sus principios y valores, precisamente aquellos que exportamos a América y sostienen la cultura occidental. Los valores que beben directamente de la 'leche de la loba', en la hermosa metáfora acuñada en aquel mismo artículo. Solo alguien que no haya leído un libro en su vida, como el monstruo naranja, puede presumir de aborrecer la teta de la loba que nutre el mundo desde el día en que Luperca rescató del Tíber a los descendientes de Eneas. Rómulo fundó Roma y Roma los cimientos de Europa. Con los siglos, su cultura, la sangre latina a la que se refería Darío, desbordó las fronteras naturales del continente para llegar a todos los rincones del planeta.
La figura de la loba capitolina, de la que existen al menos ochenta y tres réplicas repartidas por todo el mundo, es el símbolo que reconoce el valor de la tradición occidental allá donde se encuentra. Tenemos cuatro de ellas en España: en Mérida, Segovia, Tarragona y Madrid, esta última vigilando la Gran Vía, sobre el antiguo Hotel Roma, pero se conservan nada menos que 27 en Rumanía, 12 en Estados Unidos, 8 en Italia, 5 en Argentina, 3 en Chile y Uruguay, 2 en Bélgica y Canadá, una en Brasil, Bolivia, Chile, Guatemala, Libia, Hungría, Moldavia, Suiza, Suecia y Finlandia. Hay lobas en países en principio tan lejanos como Nueva Zelanda y Australia, e incluso Japón, China y Tajikistán poseen la suya. Porque somos millones los hijos de la loba, los que mamamos una cultura ancestral y compartimos unos mismos valores que no nos vamos a dejar arrebatar por el insaciable Calibán que reina en Washington.
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