La palabra 'arte' debería ir precedida del determinante femenino. Los primeros artistas no fueron hombres, sino mujeres. Los arqueólogos han demostrado que fueron ellas las autoras de la mayor parte de las pinturas rupestres halladas hasta la fecha. Probablemente los bisontes de Altamira los pintó ... una mujer, pero las anteojeras de burro nos impiden asumir una realidad distinta de esa visión androcéntrica que acapara y guía todos nuestros actos. Aunque de Altamira a Sofonisba, cuyos cuadros presiden las salas del Museo del Prado, hay un largo trecho, en la actualidad sería imposible entender la Historia del Arte sin esa mirada femenina que la impregna y completa.

Publicidad

Como se habrá dado cuenta, la palabra 'historia' va precedida de un determinante femenino. Resulta paradójico por tanto, que, durante siglos, el sesgo masculino excluyera la presencia de la otra mitad de la humanidad de los logros que correspondían al conjunto de la sociedad, ninguneando la labor de las mujeres y reduciendo sus derechos hasta la mínima expresión.

Hoy nos rasgamos las vestiduras, pero en España, hasta ayer mismo, hasta el 26 de mayo de 1978, pocos meses antes de la entrada en vigor de los derechos y libertades reconocidos en la Constitución, no fueron derogados los artículos 449 a 452 del Código Penal, en relación con el delito de adulterio. La legislación franquista, que iba de la mano del Código Canónico en demasiados asuntos, aplicaba el sexto mandamiento en lo concerniente a la mujer que yaciera con varón distinto al marido. Y por si no fuera suficiente, apenas tres lustros antes, el astado podía elegir entre matarla del todo, asumiendo la regañina y una ridícula pena de destierro, o pegarle una paliza y dejarla medio muerta, quedando exento de castigo y libre para amancebarse con otra, llegado el caso.

De aquellos polvos, estos lodos, pensará usted con razón. Pero es que nadie dijo que el camino fuera fácil ni que estuviera cerca de acabar. Porque a la reforma penal le siguió luego el Derecho de Familia y la mujer pudo elegir entonces el domicilio conyugal, pudo administrar los bienes parafernales, disponer de los gananciales y suscribir contratos, pudo, en la década de los ochenta, divorciarse y abortar, y aún en los noventa presionar para eliminar una ristra de discriminaciones por razón de sexo que perduraban en el ordenamiento civil. Queda por reformar el antediluviano art. 54.1 de la Constitución, junto a otros muchos hitos normativos, equiparación salarial incluida. Queda por erradicar, sobre todo, el machismo y un buen puñado de prejuicios sociales, pero nadie en su sano juicio podría cuestionar hoy en día la capacidad de liderazgo de las mujeres.

Publicidad

Solo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor. Son más y mejores en todos los ámbitos de la vida: en el académico, en el empresarial y en el político. Es el tiempo de la mujer y quien no quiera verlo está ciego. Estoy convencido que las próximas líneas de la historia de la humanidad las escribirán las mujeres. Ya era hora.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Escoge el plan de suscripción que mejor se adapte a tí.

Publicidad