El asesinato de una educadora social en Badajoz a manos de tres menores, así como una recién estrenada serie de Netflix, de gran éxito, 'Adolescencia', ... debería llevarnos a una reflexión profunda sobre qué y cómo enseñamos a nuestros menores y adolescentes, no sólo por los padres sino también en el colegio.
No cabe duda de que son muchas las preocupaciones de una sociedad, a saber: la inmigración ilegal, la violencia de género, la corrupción, la criminalidad, los conflictos bélicos, etc… No obstante, una de ellas destaca por su extraordinaria importancia: la educación.
Dos son las razones que lo justifican: la primera, porque mientras que las otras atañen al presente, la educación involucra directamente al futuro de la sociedad, y la segunda, porque la educación puede representar un tesoro inestimable para la solución de alguno de los otros problemas.
La educación tradicional ha estado enfocada siempre en el estudio exclusivo de disciplinas como las matemáticas, la geografía, la historia, la lengua, etc…, con memorización de minuciosos datos históricos o geográficos, la realización de intrincados análisis de la sintaxis gramatical o la resolución de complejas operaciones matemáticas que, al cabo del tiempo, no de años sino de meses, han sido olvidados por los alumnos.
Deberíamos plantearnos la conveniencia de que la profundización en esas materias se dejara para niveles superiores de conocimiento, de tipo universitario, en personas que, por su talento o habilidades, proyecten carreras de ciencias, letras, tecnología, etc…, con el fin, evidentemente, de que dichas personas puedes ser útiles y provechosas para la sociedad.
Y, sin embargo, en niveles inferiores de enseñanzas, el espacio y tiempo empleados en el estudio de esos contenidos complejos podrían ser ocupados por una educación psicológica emocional que enseñara a los niños y adolescentes habilidades y destrezas personales, emocionales y sociales. Claves de esa educación psicológica-emocional podrían ser las siguientes:
La importancia del pensamiento. Esto es clave, de hecho puede hacer sufrir mucho. Se trata de entrenar a niños y adolescentes para tener pensamientos positivos y constructivos y para desterrar pensamientos negativos, intrusivos o rumiantes. Es decir, enseñar a pensar y tener el control del mismo. Sabemos que no nos perturba lo que sucede, sino como interpretamos lo que sucede. Somos lo que pensamos. Esto dará gran serenidad.
La autoestima. El niño o adolescente deben aprender a tener un concepto estimado de sí mismo. Es fundamental enseñarles, activamente, a autovalorarse, ya tengan una aptitudes u otras. Inculcarle que siempre deben considerarse valioso y que deben tomar conciencia de lo que son: seres únicos e irrepetibles. Esto forjará su personalidad y reforzará su seguridad.
Ser positivo. Esto es crucial en la vida. No se trata de enseñar que en la vida todo es bueno y alegre, ni de que todo saldrá bien siempre, sino entrenar a los alumnos para apreciar el lado bueno de las cosas. Esto tendrá consecuencias muy beneficiosas.
Identificar y gestionar emociones. Aplicar la inteligencia a las emociones. Ejercitarlos para detectar y poner nombre a sus emociones (ira, tristeza, estrés, etc.) y para controlar y gestionar adecuadamente las mismas. Esto producirá un efecto muy positivo.
La tolerancia a la frustración. Instruirles para asumir que no todo siempre se consigue. Que se debe aceptar un «no». Entrenarlos en admitir que algunos resultados en la vida pueden no ser los esperados. Para resistir y encajar las limitaciones o los fracasos. Esto hará personas menos iracundas y agresivas y más resilientes.
La calma. Entrenarlos para entrar en calma, eludiendo, al hacer las cosas, el nerviosismo y las prisas y acogiendo la tranquilidad. Todo tienen su tiempo y requieren su ritmo. Importante, para ello, es enseñar a relajarse. Esto les dará placidez y quietud.
La empatía. Inculcarles que somo seres sociales. Vivimos con los demás. Y somos iguales, por ello debemos colocarnos en lugar del otro y, si es posible, aliviar algo su malestar o sufrimiento. Ayudaremos al otro pero también nos hará sentir bien a uno mismo. Esto disminuirá la agresividad y aumentará la satisfacción personal.
La asertividad. Ejercitarlos para decir lo que sienten o piensan, de forma clara y directa pero correctamente, sin ofender ni herir. Expresarse con claridad, pero con cortesía. Esto transmitirá respeto hacia nosotros.
El pensamiento crítico. No todo lo que oímos, leemos o incluso vemos es la verdad. Adiestrarlos para evaluar, cuestionar o incluso dudar cualquier información o argumento. Dará objetividad e independencia.
Ser proactivo. Hay cosas que están bajo nuestro control y podemos cambiar y cosas que no. Es clave instruirlos en esto y ejercitarles para que empleen acción ( no pasividad) en aquello que se puede cambiar y actitud (no reacción) en aquello que no se puede. Les dará templanza.
Esto, sin olvidar otras pautas de enseñanzas como: la gratitud, la autocrítica, el altruismo, la importancia de la voluntad, el autocontrol, el ejercicio físico y la lectura, la negociación y la colaboración, el enfoque de la muerte (propia) y la de los seres queridos, saber escuchar, el error como fuente de conocimiento y perfección, etc…
No se trataría de teoría sino de enseñanzas y entrenamientos prácticos para alcanzar un adiestramiento en determinadas habilidades mentales y emocionales.
No deberíamos querer hijos de 10 sino hijos mejores personas. No deberíamos formar solo a la inteligencia sino también formar a las personas. No deberíamos hacerles la pregunta qué ser, sino quién quieres ser. No deberíamos querer que sepan analizar sintácticamente una oración subordinada activa sustantivada o discutir el rango, en función de un parámetro, en una matriz cuadrada o saber el arco montañoso volcánico surgido de la orogénesis cadomiense como nacimiento de iberia, etc…, sino que sepan relacionarse mejor consigo mismo, con los demás, en su trabajo y con la sociedad, teniendo un mayor bienestar y, de camino, hacer así, quizá, un mundo mejor en el que vivir. Tal y como decía Proust, aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia.
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