
Insúltame dentro de 15 años
Javier Cruces
Jueves, 13 de marzo 2025, 23:01
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Javier Cruces
Jueves, 13 de marzo 2025, 23:01
Si estoy aburrido y no suena la flauta de los temas trascendentes, escribo sobre política. Si la política se aburre a sí misma, escribo sobre ... lo que pienso y, a menudo, esto suele cansarme del todo. Cuando esto ocurre, escribo una palabra en la barra de Google para ver qué me sugiere y, de ahí, armar un artículo. Como una de mis pasiones es el dinero y, la otra, perder el tiempo y del primero habría que olvidarse si sigue uno escribiendo, opté por el segundo. Perder el tiempo, aburrirse en el momento adecuado, contar moscas tiene todo que ver con estar sano mentalmente en esta sociedad hiperestimulada. La vida nos pone tanto que ya lo único que nos choca de verdad es el aburrimiento.
Entonces, escribí 'los amigos', porque la mejor forma en la que uno ha perdido el tiempo fue comiendo pipas en un parque con cuatro zumbados. Ya no se comen pipas como antes. Google, entonces, me sugirió '¿qué son los amigos?'. Me acordé de Kipling cuando dijo «esperar y no cansarte de la espera, o ser engañado y no pagar con mentiras, o ser odiado y no dar cabida al odio, o no parecer demasiado bueno ni hablar con demasiada sabiduría». Quizás, la amistad tenga que ver con ser tibio o sean todas aquellas cosas que se traicionan hasta los treinta y que, si sobreviven, duran para siempre. «Pocas cosas hay ya que puedan romper nuestra amistad, siempre que no tengan que ver con mi novia, mi madre o mi coche y no necesariamente en ese orden», me dijo A. hace unos años.
Es en la secundaria donde, además de aprender a imitar la inteligencia, a mentir, a crecer, a tener paciencia y no escribir todo el nombre en el apartado 'Nombre' y dejar 'Apellido' en blanco; se aprende, también, a elegir mal a los amigos. Teníamos un juego de fútbol virtual en el fichábamos jugadores de la vida real. Al final, la cosa se torció porque ocurrió lo que ocurre en cualquier sociedad: con la idea de que el juego mejorase, creamos dos partidos políticos para que terminase ocurriendo todo lo contrario. Quisimos democratizar el reparto de pagos y puntos y, al cabo, dos dejaron de hablarse durante meses y el resto abandonamos el juego. La base de una buena amistad es, también, una buena estupidez.
Porque me gusta cómo ha quedado el último párrafo y porque, a veces, me entretiene presionar el botón rojo, se me ha ocurrido pegar unas líneas de aquel en nuestro grupo de WhatsApp. E. ha empezado a increpar a A. Este ha pedido explicaciones de un dinero que desapareció, C. ha aparecido para llamar mentiroso a A. y se ha esfumado. Y así M., y R., y unas pocas letras más y yo creo que la amistad es eso: que quince años después, cuatro padres de familia interrumpan unos minutos el trabajo o un biberón para recuperar viejos vicios a los que, entre todos, dimos forma.
La estupidez, como decía, no desaparece, también se madura y, por dios, que se mantenga.
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