La historia de Elysium City podría ser una historia trepidante de ascenso y caída de alguien con talento que consigue cosas habiendo sido más pobre ... que las ratas. Como en toda historia de genios, comprobamos que cuánto más rápida es la subida, más estrepitosa es la bajada y, si hay algo que el ser humano disfruta más que un bonito romance, es una gran miseria (es importante que sea la de otro, claro). Así, por ejemplo, la película 'Ray' nos deleita con el éxito tremebundo de un pianista que no solo lo tuvo difícil por ser negro en otro tiempo de los Estados Unidos, sino que, además, era ciego y drogadicto y la película no aclara qué fue más difícil de llevar.
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A unos 6.000 kilómetros de la costa americana, más en Badajoz que en Nueva York, asciende un fulgurante presidente que llega para prometer el homólogo extremeño a barcos y meretrices, que no es otra cosa que ciudades y trenes, porque solo cuando sientes que lo tienes todo se recurre al vicio y al estropicio, y en Extremadura la sensación es que falta de todo. El Eurovegas extremeño era lo que se necesitaba en esta tierra porque, para qué necesita Julián una red de cercanías para trabajar pudiendo ir con su coche a la ciudad del futuro a jugar una partida de laser-tag. Así me imagino yo el futuro, con muchos cascos de realidad virtual, hierro y bombillas muy caras. En fin, poca vista, Julián.
La publicidad fue abrumadora, los montajes fotográficos, chistosos. Viendo las imágenes creadas por ordenador de Elysium City le entraba a uno el gusanillo de ver la película 'Jurassic World', porque Elysium tiene lo mismo que ese parque, pero los dinosaurios no están por ningún lado. La famosa primera piedra de este proyecto de edificios la mar de minimalistas coincidió con el clímax de la campaña electoral de aquel presidente que auguraba reelección. Nada podía salir mal y, si lo hacía, no sería culpa suya porque ser diestro político consiste en hacer propios los logros de otros a la par que culpas a estos de tus fracasos.
En las películas, el punto de inflexión en el ascenso del protagonista lo marca el primer chute de heroína o la llamada de su esposa diciendo que se va con los niños a casa de su hermana. A partir de ahí, el personaje se droga con autodesprecio y pasan años hasta que encuentra una estabilidad al rehabilitarse. Final feliz.
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A la extremeña pasa, pero sin tanto dramatismo: mientes, te pillan, piden tu dimisión, te quedas, te presentas a elecciones y terminas yéndote porque has perdido. En rigor, en política debe hacerse lo contrario a lo que te piden. Respeto, confianza y sinceridad son indispensable en cualquier relación y llama la atención que en la política sea al revés. Lo malo que tiene una mentira es que solo tiene dos usos: el primero porque siempre es una sorpresa y la segunda porque los buenos siempre dan otra oportunidad. El resto es historia o castillos en el aire.
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