Tribuna

De la biología altruista emergió la sociedad compleja de Homo sapiens

Nuestra corteza prefrontal (toma de decisiones) y la corteza cingulada anterior (empatía) se activan cuando se realizan acciones altruistas, que cursan con liberación de dopamina, reforzándose así la conducta

Jesús Ramírez Muñoz

Vicedecano del Colegio Oficial de Biólogos de Extremadura

Lunes, 24 de marzo 2025, 07:41

Entendemos por altruismo, los comportamientos que benefician a otros a costa del bienestar propio. Ante la pregunta ¿el altruismo pertenece más a una dimensión ético/ ... moral o a una biológica? ¿Qué respondería? El altruismo humano no es un fenómeno simple ni unidimensional, sino que se ha moldeado a lo largo de la evolución a través de una combinación de factores biológicos (genéticos, fisiológicos, emocionales, ecológicos…) y factores sociales emergentes de nuestra biología, en un proceso inacabado de retroalimentación positiva. Aunque aparentemente, parece contradecir la teoría de la selección natural darwiniana, en realidad no lo hace, como tampoco lo hace la teoría endosimbiotica de Lunn Margulis. Los comportamientos altruistas pueden ser, y lo han sido, altamente adaptativos, favoreciendo la cooperación y la cohesión en las poblaciones presapiens y en las sociedades complejas sapiens, lo que ha contribuido al éxito de la especie a lo largo del tiempo. Las bases biológicas del comportamiento altruista se explican fundamentalmente a través de conceptos evolutivos, genéticos y epigenéticos.

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La selección de parentesco, de William Hamilton, sostiene que un individuo puede actuar de forma altruista hacia un pariente cercano porque al hacerlo está aumentando las probabilidades de que sus propios genes sean transmitidos a las siguientes generaciones. La clave del altruismo es la relación de genes compartidos y se mantiene evolutivamente si el beneficio multiplicado por la relación genética es mayor que el costo para el individuo altruista.

La teoría del gen egoísta, de Richard Dawkins, tiene como idea central que los genes son las unidades fundamentales de la selección natural, y que los organismos son una especie de «vehículos» que transportan genes programados para maximizar su propia reproducción. Algo así como que «la gallina es el instrumento que tiene el huevo para sobrevivir y perpetuarse». Los organismos y sus comportamientos son, en gran medida, el resultado de los «intereses» genéticos de incrementar la probabilidad de replicación. En este contexto, el concepto de «egoísmo» no es una actitud consciente, tan solo es la tendencia de los genes a replicarse y a perpetuarse en el tiempo, sin importar necesariamente el bienestar de los organismos que los contienen. La selección natural favorece aquellos genes que son mejores en asegurar su propia replicación, y a veces, esto implica que los comportamientos de los organismos favorezcan su propia supervivencia o la de otros organismos que lleven los mismos genes. Por supuesto, los genes no tienen conciencia ni intención, pero en términos evolutivos, actúan de manera «egoísta», buscando replicarse. Para lo cual, el comportamiento altruista como organismo individual primero, seguido de la cooperación intraespecífica a nivel ecológico de población y de ambos por último y al tiempo a nivel social, moldean la epigenética y la genética del altruismo. Podríamos decir que el «egoísmo» evolutivo de los genes produce organismos altruistas, y que en varias especies de Homo, se ha podido alcanzar la conciencia del altruismo y de sus implicaciones.

El concepto de altruismo recíproco, de Robert Trivers, sugiere que los individuos se ayudan mutuamente con la expectativa de que dicha ayuda será devuelta en el futuro. Es un intercambio de favores a largo plazo, como una inversión a futuro en reciprocidad. En este sentido encontramos muchas evidencias en las interacciones sociales de los humanos, primates, delfines, elefantes... En el altruismo recíproco, la selección natural favorecería a los individuos que son capaces de reconocer y recompensar la cooperación, así como desfavorecer a los «tramposos» que no devuelven la ayuda. En estudios de teoría de juegos, se ha demostrado que una estrategia sencilla llamada «tit for tat» («ojo por ojo») puede ser muy efectiva para fomentar la cooperación y el altruismo recíproco. Básicamente, esta estrategia implica comenzar cooperando y luego replicar el comportamiento del otro, es decir, devolver la cooperación con cooperación y la traición con traición.

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La selección grupal postula que los grupos cooperantes tienen una mayor probabilidad de reproducirse que los grupos menos cooperativos. En la cooperación a nivel grupal, los individuos altruistas hacia el grupo, incrementan la probabilidad de supervivencia del grupo, al aumentar la eficiencia en la caza, la defensa y el cuidado de la descendencia. Igualmente la selección grupal puede favorecer la cooperación ventajosa en grupos cohesivos respecto a grupos competitivos. De esta manera, el comportamiento altruista a nivel de grupo puede ser favorecido por la selección natural y/o por la coerción social dentro del grupo.

La epigenética como la influencia ambiental sobre la expresión genética, sin cambiar el ADN, puede modular los comportamientos altruistas. Así, se evidencia que tanto la oxitocina, «hormona del amor», involucrada en la vinculación social, la empatía y el cuidado parental, como la vasopresina, «hormona del apego» más vinculada a mantener las relaciones de pareja, de familia, de fidelidad… juegan un papel importante en la creación de lazos sociales duraderos. Estudios sobre genética conductual han identificado correlaciones entre ciertos polimorfismos genéticos (variantes de genes) y la predisposición a comportamientos prosociales (empatía y cooperación).

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La evolución nos ha traído una neurobiología capaz de implementar un cerebro social, que manifestar altruismo hacia desconocidos e incluso hacia causas abstractas, generador de sociedades complejas. Nuestra corteza prefrontal (toma de decisiones) y la corteza cingulada anterior (empatía) se activan cuando se realizan acciones altruistas, que cursan con liberación de dopamina, reforzándose así la conducta. ¿Recuerdan la respuesta a la pregunta inicial? El no alcanzar el desarrollo de sociedades complejas ¿Pudo influir en la extensión de otras especies de Homo? ¿Podría el mejoramiento genético y cerebral, hacer emerger nuevos tipos de complejidad social?

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