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Opinión

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Tribuna ·

Los rayos solares, que a ciertas horas del día se cuelan irremisiblemente salvando el parasol, inciden en nuestros ojos, causándonos unos segundos de ceguera. Suficientes para no ver y atropellar al peatón que cruza, o colisionar en un adelantamiento con el vehículo que se aproxima

Joaquín Cuadrado Carreras

Martes, 18 de junio 2024, 07:29

Uno de los factores intervinientes en los accidentes de tráfico es el atmosférico. En los meses húmedos, cuando el hombre o la mujer del tiempo nos dan las previsiones climatológicas: lluvia, niebla, nieve, hielo o viento, su coletilla final suele incidir en pedirnos prudencia si ... vamos a conducir, con toda la razón del mundo. La prudencia y la adecuación de la velocidad nos pueden librar del accidente ante las condiciones adversas. Sin embargo, olvidan el consejo cuando anuncian un espléndido sol y el consiguiente calor. El astro rey, solo y también en concomitancia con otros factores, también causa problemas al volante. Los rayos solares, que a ciertas horas del día se cuelan irremisiblemente salvando el parasol, inciden en nuestros ojos, causándonos unos segundos de ceguera. Suficientes para no ver y atropellar al peatón que cruza, o colisionar en un adelantamiento con el vehículo que se aproxima. Existen en el mercado parasoles especiales. La mano como visera puede ayudar, pero con el inconveniente de que se abandona el total control del volante. Mal asunto. Unas buenas gafas de sol también alivian el problema. Siempre en todo momento y lugar del tráfico, deberíamos circular con las luces encendidas. En esta situación es imprescindible. Con ellas nos verán mejor los conductores deslumbrados cuando adelantan. Se cree que detrás de la reiteración de choques frontales en la variante de La Albuera puedan estar los deslumbramientos. Lo mejor, lo seguro, una parada en sitio permitido, unos minutos de descanso, con café o refresco en mano, y esperar a que suba en el amanecer, o baje en el ocaso, el amenazante astro. El resultado de su presencia cuando llegan estas calendas es el calor, sin duda alguna, también, enemigo del conductor.

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